Page 868 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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en el extremo de los cigarros. Al ver las luces, los que los vigilaban estaban seguros de
que Hunahpú y Xbalanqué habían caído en la trampa, pero, al hacerse de día, las
antorchas y los cigarros fueron devueltos a los guardias sin consumirse y todavía
encendidos. Los príncipes de Xibalbá contemplaron con asombro y sobrecogimiento
las astillas y los cigarros, porque era la primera vez que les eran devueltos intactos.
Se supone que la tercera prueba tuvo lugar en una cueva llamada la Casa de las
Lanzas, donde, hora tras hora, los jóvenes se veían obligados a defenderse de los
guerreros más fuertes y más hábiles, amados con lanzas. Hunahpú y Xbalanqué
calmaron a los lanceros —que entonces dejaron de atacarlos— y concentraron su
atención en la segunda parte de la prueba, que era la más difícil: presentar cuatro
floreros con las flores más singulares, a pesar de que no les permitían salir del templo
para recogerlas. Como los guardias no los dejaban pasar, los dos jóvenes pidieron
ayuda a las hormigas: aquellas criaturas diminutas entraron en los jardines del templo
y volvieron con las flores, de modo que a la mañana siguiente los floreros estaban
llenos. Cuando Hunahpú y Xbalanqué presentaron las flores a los doce príncipes,
estos, asombrados, se dieron cuenta de que les habían birlado las flores de su propio
jardín particular. Consternados, los príncipes de Xibalbá se reunieron para encontrar
la manera de destruir a aquellos neófitos intrépidos y de inmediato prepararon para
ellos la prueba siguiente.
Para la cuarta prueba, hicieron entrar a los dos hermanos en la Casa del Frío,
donde permanecieron toda la noche. Para los príncipes de Xibalbá, el frío de aquella
cueva helada era insoportable y se la describe como «la morada de los vientos helados
del Norte». No obstante, para protegerse de la influencia insensibilizadora del aire
helado, Hunahpú y Xbalanqué encendieron fuegos con piñas, cuyo calor hizo huir de
la cueva al espíritu del frío, de modo que, cuando amaneció, los jóvenes no estaban
muertos, sino llenos de vida. Mayor incluso que antes fue el asombro de los príncipes
de Xibalbá cuando Hunahpú y Xbalanqué volvieron a entrar en la sala de reuniones
custodiados por sus guardianes.
La quinta prueba también fue de índole nocturna. Condujeron a Hunahpú y a
Xbalanqué a una gran cámara, que de inmediato se llenó de tigres feroces, y los
obligaron a permanecer allí durante toda la noche. Los jóvenes arrojaron huesos a los
tigres, que los animales destrozaron con sus poderosas mandíbulas. Cuando los
príncipes de Xibalbá miraron el interior de la Casa de los Tigres y vieron a los
animales masticando los huesos, se dijeron los unos a los otros: «Por fin han
aprendido (a conocer el poder de Xibalbá) y se han entregado a las bestias». Sin
embargo, cuando al amanecer Hunahpú y Xbalanqué salieron ilesos de la Casa de los