Page 370 - Dune
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—Nosotros no tenemos este problema.
               —Pero, si…
               —¡Harah!

               Se calló ante el tono duro de su voz.
               Pasaron  ante  otra  estancia  brillantemente  iluminada,  visible  tras  un  arco  a  su
           izquierda.

               —¿Qué hacen aquí? —preguntó él.
               —Reparan  las  máquinas  de  tejer  —dijo  ella—.  Pero  esta  noche  todo  debe  ser
           desmantelado —señaló el túnel que se bifurcaba a su izquierda—. Más allá, en esa

           dirección, se procesa la comida y se reparan los destiltrajes —miró a Paul—. Tu traje
           parece nuevo, pero necesita algunas reparaciones. Soy buena con los trajes. Trabajo
           en la fábrica durante la estación.

               Ahora encontraban cada vez más a menudo grupos de gente, y a ambos lados de
           la galería las ramificaciones se multiplicaban. Una hilera de hombres y mujeres pasó

           junto a ellos acarreando sacos gorgoteantes que emanaban un intenso olor a especia.
               —No  tendrán  nuestra  agua  —dijo  Harah—.  Ni  nuestra  especia.  Puedes  estar
           seguro de ello.
               Paul miraba a través de las aberturas en las paredes del túnel, muchas de ellas

           cubiertas  por  pesadas  cortinas  de  tela  fijadas  a  salientes  de  la  roca,  entreviendo
           amplias  estancias  con  muros  revestidos  de  tapices  de  colores  vivos  y  con

           almohadones  apilados.  La  gente  en  las  aberturas  callaba  cuando  se  aproximaban
           ellos, siguiendo a Paul con indomables miradas.
               —La  gente  encuentra  extraño  que  hayas  vencido  a  Jamis  —dijo  Harah—.
           Probablemente tendrás que dar alguna otra prueba cuando estemos instalados en un

           nuevo sietch.
               —No me gusta matar —dijo él.

               —Eso  es  lo  que  nos  ha  dicho  Stilgar  —dijo  ella,  pero  su  voz  traicionaba  su
           incredulidad.
               Unos cantos estridentes se alzaron ante ellos. Llegaron a una abertura lateral más
           amplia  que  todas  las  demás  que  Paul  había  visto.  Retuvo  su  paso  y  miró  a  una

           estancia llena de niños sentados con las piernas cruzadas en el suelo recubierto de una
           alfombra marrón.

               Una mujer envuelta en una túnica amarilla estaba al lado de una pizarra, en un
           ángulo,  con  un  stiloproyector  en  una  mano.  El  tablero  estaba  lleno  de  dibujos:
           círculos, ángulos y curvas, cuadrados, líneas onduladas y arcos cortados por lineas

           paralelas. La mujer señalaba los dibujos, uno tras otro, tan rápido como podía mover
           el stilo, y los niños cantaban al ritmo del movimiento de su mano.
               Alejándose, Paul escuchó las voces que sonaban a sus espaldas mientras avanzaba

           con Harah a través del sietch.




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