Page 375 - Dune
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—Los hijos de Jamis que son ahora los hijos de Paul —dijo Stilgar—. Le escoltan
con mucha convicción —aventuró una sonrisa hacia Jessica.
Jessica reconoció el esfuerzo de Stilgar para tranquilizarla y se lo agradeció, pero
no consiguió apartar su mente del peligro que estaba a punto de afrontar.
No tenía otra elección, pensó. Debemos actuar rápidamente para garantizarnos
nuestro lugar entre esos Fremen.
Paul subió a la plataforma, dejando a los niños abajo. Se detuvo frente a su
madre, miró brevemente a Stilgar, luego volvió su atención a Jessica.
—¿Qué ocurre? Creía que había sido convocado por el consejo.
Stilgar alzó una mano pidiendo silencio, e hizo un gesto hacia su izquierda, donde
se había abierto otro camino en la muchedumbre. Chani se estaba acercando, con su
rostro de elfo mostrando su dolor. Se había quitado el destiltraje y llevaba una
graciosa túnica azul que dejaba sus brazos al descubierto. Un pañuelo verde estaba
anudado a su brazo izquierdo, cerca del hombro.
Verde, el color del luto, pensó Paul.
Era una de las costumbres que los dos hijos de Jamis le habían explicado
indirectamente, cuando le dijeron que no se ponían nada verde porque le habían
aceptado a él como padre custodio.
—¿Eres tú el Lisan al-Gaib? —le habían preguntado. Y Paul había captado la
jihad en sus palabras y desviado la pregunta por el método de hacer otra a su vez…
aprendiendo así que Kaleff, el mayor de los dos, tenía diez años y era el hijo natural
de Geoff. Orlop, la pequeña, tenía ocho años y era la hija natural de Jamis.
Había pasado un extraño día con aquellos dos niños, a los que había pedido que
montaran guardia para alejar a los curiosos, gracias a lo cual había tenido tiempo
suficiente para reflexionar con calma y poner un poco de orden en sus recuerdos
prescientes, a fin de estudiar un modo de prevenir la jihad.
Ahora, de pie al lado de su madre en la plataforma rocosa de la caverna y mirando
a la multitud, se preguntó si habría alguna forma de impedir el salvaje
desencadenamiento de las legiones fanáticas.
Chani se acercó a la plataforma, seguida a corta distancia por cuatro mujeres que
transportaban a otra mujer en una litera.
Jessica ignoró a Chani, concentrando toda su atención en la mujer de la litera: una
vieja, una marchita y arrugada cosa antigua vestida con un traje negro cuya capucha,
echada hacia atrás, revelaba una mata de cabellos grises atados apretadamente en un
moño, y un cuello descarnado.
Las portadoras depositaron delicadamente su carga en el suelo de la plataforma, y
Chani ayudó a la anciana a levantarse.
Así, esta es su Reverenda Madre, pensó Jessica.
La anciana se apoyó pesadamente en Chani y avanzó vacilante hacia Jessica,
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