Page 378 - Dune
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Jessica miró al saco, luego a los hombres. Llevaban sus capuchas echadas hacia
           atrás,  revelando  unos  largos  cabellos  anudados  en  la  base  del  cuello.  Los  oscuros
           pozos de sus ojos afrontaron impasibles su mirada.

               Un  denso  aroma  a  canela  se  alzó  del  saco,  flotando  hasta  Jessica.  ¿Especia?,
           pensó.
               —¿Hay agua? —preguntó Chani.

               El  maestro  de  agua  a  su  izquierda,  un  hombre  con  una  cicatriz  púrpura
           atravesando el puente de su nariz, asintió con la cabeza.
               —Hay agua, Sayyadina —dijo—, pero no podemos beber de ella.

               —¿Hay semillas? —preguntó Chani.
               —Hay semillas —dijo el hombre.
               Entonces Chani se arrodilló y apoyó sus manos en el chapoteante saco.

               —Benditos sean el agua y su semilla.
               Había algo familiar en el rito, y Jessica miró nuevamente a la Reverenda Madre

           Ramallo. La anciana había cerrado los ojos y se había acurrucado en su asiento, como
           si durmiera.
               —Sayyadina Jessica —dijo Chani.
               Jessica se volvió para ver que la muchacha la estaba mirando directamente.

               —¿Has bebido del agua bendita? —preguntó Chani. Antes de que Jessica pudiera
           responder, continuó—: No es posible que hayas bebido del agua bendita. Tú vienes

           de otro mundo y no gozas del privilegio.
               Un  suspiro  recorrió  la  multitud,  un  susurro  de  ropas  que  hicieron  erizarse  el
           cabello en la nuca de Jessica.
               —La recolección ha sido abundante y el hacedor ha sido destruido —dijo Chani.

           Comenzó a desligar un tubo que estaba fijado al extremo del saco.
               Ahora, Jessica sentía el peligro bullendo a su alrededor. Miró a Paul, pero vio que

           estaba fascinado por el ritual y sus ojos no se apartaban de Chani.
               ¿Ha  visto  ya  este  momento  en  el  tiempo?,  se  preguntó.  Llevó  una  mano  a  su
           vientre, pensando en su hija aún no nacida que llevaba allí, preguntándose: ¿Tengo
           derecho a poner en peligro la vida de ambas?

               Chani tendió el extremo del tubo a Jessica y dijo:
               —He aquí el Agua de Vida, el agua que es más grande que el agua… Kan, el agua

           que libera el alma. Si tú eres una Reverenda Madre, te abrirá el universo. Que Shai-
           Hulud juzgue ahora.
               Jessica se sintió desgarrada entre su deber hacia su hija aún no nacida y su deber

           hacia Paul. Por Paul, lo sabía, tenía que tomar aquel tubo y beber el líquido contenido
           en el saco, pero en el mismo instante en que se inclinaba para aceptarlo sus sentidos
           la advirtieron del peligro.

               El contenido del saco exhalaba un olor amargo, sutilmente parecido al de muchos




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