Page 371 - Dune
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—Árbol  —cantaban  los  niños—.  Árbol,  hierba,  duna,  viento,  montaña,  colina,
           fuego, relámpago, roca, rocas, polvo, arena, calor, refugio, calor, lleno, invierno, frío,
           vacío, erosión, verano, caverna, día, tensión, luna, noche, marea de arena, pendiente,

           plantación, gavilla.
               —¿Seguís las clases en un momento así? —preguntó Paul. El rostro de Harah se
           ensombreció, y el dolor asomó a su voz.

               —Esto  es  lo  que  Liet  nos  ha  enseñado,  no  podemos  detenernos  ni  un  solo
           instante. Liet está muerto, pero no puede ser olvidado. Así lo quiere el chakobsa.
               Cruzó  el  túnel  hacia  la  izquierda,  subió  a  una  cornisa  en  la  roca,  levantó  una

           cortina naranja y se echó a un lado.
               —Tu yali está listo para ti, Usul.
               Paul  vaciló  antes  de  reunirse  con  ella  en  la  cornisa.  Sintió  una  repentina

           reluctancia  a  encontrarse  a  solas  con  aquella  mujer.  Se  daba  cuenta  de  que  estaba
           rodeado  por  una  forma  de  vivir  que  sólo  podría  comprender  después  de  haber

           asimilado todo un sistema ecológico de ideas y significados. Sentía que aquel mundo
           Fremen intentaba envolverle, tallarle de acuerdo con sus esquemas. Y sabía lo que
           prometía aquella trampa a cambio… la salvaje jihad, la guerra religiosa que debía
           evitar a toda costa.

               —Este es tu yali —dijo Harah—. ¿Por qué dudas?
               Paul asintió, se reunió con ella en la cornisa. Alzó aún más la cortina, notando

           fibras  metálicas  en  el  tejido,  y  la  siguió  a  una  pequeña  entrada  y  después  a  una
           estancia más amplia, un cuadrado de unos seis metros de lado… gruesas alfombras
           azules en el suelo, tapices azules y verdes ocultando las paredes de piedra, globos de
           luz amarilla flotando bajo un techo cubierto por telas amarillas.

               El efecto era el de una antigua tienda.
               Harah se inmovilizó ante él, su mano izquierda en la cadera, sus ojos estudiando

           el rostro de Paul.
               —Los niños están con un amigo —dijo—. Se presentarán a ti más tarde.
               Paul disimuló su desazón examinando rápidamente la estancia. A la izquierda, vio
           algunos  cortinajes  que  ocultaban  parcialmente  una  amplia  habitación  con

           almohadones apilados junto a las paredes. Sintió una suave brisa proveniente de un
           conducto de aire, hábilmente disimulado en el dibujo de los tapices, justo frente a él.

               —¿Quieres que te ayude a quitarte el destiltraje? —preguntó Harah.
               —No… gracias.
               —¿Te traigo algo de comer?

               —Sí.
               —Hay  una  estancia  de  reposo  tras  la  otra  habitación  —señaló—.  Para  tu
           comodidad y conveniencia, cuando estés fuera del destiltraje.

               —Has  dicho  que  teníamos  que  abandonar  este  sietch  —dijo  Paul—.  ¿No




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