Page 478 - Dune
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                                  Y  llegó  el  día  en  el  cual  Arrakis  se  encontró  en  el  centro  del  universo,  con  todo  lo
                                  demás girando a su alrededor.

                                                               De El despertar de Arrakis, por la PRINCESA IRULAN



           —¡Mira esto! —susurró Stilgar.

               Paul estaba tendido a su lado, en una hendidura que se abría en la pared superior
           de la Muralla Escudo, con los ojos pegados al ocular de un telescopio Fremen. Las
           lentes de aceite estaban enfocadas sobre un transporte ligero que se destacaba contra

           las luces del alba, en la depresión bajo ellos. La cara de la espacionave que daba al
           este  brillaba  ya  a  los  resplandores  de  la  luz  del  sol,  mientras  la  otra  estaba  aún
           inmersa en las sombras, ofreciendo las hileras de sus lucernas a través de las cuales

           resplandecía la amarilla luz de los globos encendidos durante la noche. Más allá de la
           nave, la ciudad de Arrakeen yacía inmóvil, gélida y brillante a la luz del naciente sol.
               No  era  el  transporte  lo  que  había  excitado  a  Stilgar,  se  dijo  Paul,  sino  la

           construcción de la cual la nave era tan sólo el pilar central. Una única y gigantesca
           estructura metálica de varios pisos que se extendía alrededor de la nave en un radio
           de  al  menos  mil  metros,  una  enorme  tienda  compuesta  de  planchas  metálicas

           ensambladas…  la  residencia  temporal  de  cinco  legiones  de  Sardaukar  y  de  su
           Majestad Imperial, el Emperador Padishah Shaddam IV.
               Desde su posición agachada, al lado de Paul, Gurney Halleck dijo:

               —He contado nueve pisos. Debe haber un buen número de Sardaukar ahí dentro.
               —Cinco legiones —dijo Paul.

               —Se  está  haciendo  de  día  —siseó  Stilgar—.  No  nos  gusta  que  te  expongas
           personalmente, Muad’Dib. Volvamos entre las rocas.
               —Estoy completamente seguro aquí —dijo Paul.
               —Esta nave está equipada con armas a proyectiles —dijo Gurney.

               —Creen que estamos protegidos con escudos —dijo Paul—. Además, aunque nos
           vieran, no malgastarían sus municiones en un trío no identificado.

               Paul alzó el telescopio para examinar la pared opuesta de la depresión, viendo las
           carcomidas rocas y los desprendimientos que señalaban la tumba de tantos hombres
           de  su  padre.  Y  tuvo  la  momentánea  impresión  de  que  las  sombras  de  aquellos
           hombres le estaban mirando en aquel instante. Las fortificaciones Harkonnen y las

           ciudades a todo lo largo de la amurallada zona habían caído en manos de los Fremen
           o  estaban  aisladas  como  ramas  cortadas  de  una  planta.  Sólo  aquella  depresión  y

           aquella ciudad seguían en manos del enemigo.
               —Podrían intentar una salida con tóptero, si nos vieran —dijo Stilgar.
               —Deja que lo hagan —dijo Paul—. Tenemos un montón de tópteros a nuestra




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