Page 491 - Dune
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mirada al Barón.
               —¿Y no sabéis nada más acerca de ese Muad’Dib?
               —Un loco —dijo el Barón—. Pero todos los Fremen están un poco locos.

               —¿Locos?
               —Esa  gente  grita  su  nombre  cuando  van  al  combate.  Las  mujeres  lanzan  sus
           niños y se empalan ellas mismas en nuestros cuchillos para abrir una brecha a sus

           hombres cuando nos atacan. ¡No tienen… decencia!
               —Eso es grave —murmuró el Emperador, y su tono de burla no escapó al Barón
           —. Contadme, ¿habéis explorado alguna vez las regiones polares al sur de Arrakis?

               El Barón miró fijamente al Emperador, sorprendido por aquel brusco cambio de
           tema.
               —Pero…  Bien,  Vuestra  Majestad  ya  sabe  que  toda  esa  región  es  inhabitable,

           abierta a los vientos y a los gusanos. No hay la menor especia en aquellas latitudes.
               —¿No habéis recibido ningún informe de los cargueros de especia acerca de las

           manchas verdes que han aparecido allí?
               —Siempre ha habido tales informes. Algunos han dado lugar a investigaciones…
           hace mucho tiempo. Han sido vistas algunas plantas. Muchos tópteros se han perdido.
           Esto  cuesta  demasiado  caro,  Vuestra  Majestad.  Es  un  lugar  donde  uno  no  puede

           sobrevivir por mucho tiempo.
               —Ciertamente —dijo el Emperador. Hizo chasquear sus dedos, y una puerta se

           abrió  a  su  izquierda,  detrás  del  trono.  Dos  Sardaukar  aparecieron  por  la  puerta,
           llevando a una niña que no parecía tener más de cuatro años. Llevaba un aba negro, y
           la  capucha  echada  hacia  atrás  revelaba  los  cierres  de  un  destiltraje  que  colgaban
           sueltos  en  su  cuello.  Sus  ojos  tenían  el  azul  de  los  Fremen,  y  observaban  a  su

           alrededor desde un rostro suave y redondo. No parecía en absoluto asustada, y había
           algo en su mirada que turbó al Barón sin que pudiera explicar exactamente el por qué.

               Incluso la vieja Decidora de Verdad Bene Gesserit dio un paso atrás cuando la
           niña pasó por su lado, e hizo un gesto en su dirección como para protegerse. La vieja
           bruja estaba obviamente turbada por la presencia de la niña.
               El  Emperador  carraspeó,  pero  fue  la  niña  quien  habló  primero…  una  voz

           balbuceante aún por su paladar blando, pero pese a todo clarísima.
               —Así que este es —dijo. Avanzó hasta el borde de la plataforma—. No tiene muy

           buena apariencia, ¿eh?… un viejo gordo y asustado, demasiado blando para soportar
           su propia grasa sin ayuda de suspensores.
               Era una declaración tan inesperada en boca de una niña que el Barón, pese a su

           rabia, la miró con la boca abierta sin proferir una palabra. ¿Acaso es una enana?, se
           preguntó.
               —Mi  querido  Barón  —dijo  el  Emperador—,  os  presento  a  la  hermana  de

           Muad’Dib.




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