Page 38 - Alejandro Casona
P. 38
BALBOA.
Después no quedaba otro camino que seguir la farsa. La abuela
contestaba feliz, y cada dos o tres meses, una nueva carta del
Canadá para alimentar el fuego.
MAURICIO.
Comprendo; es la bola de nieve.
BALBOA.
Un día mi nieto se graduaba en la Universidad de Montreal; otro día,
era un viaje en trineo por bosques de abetos y lagos; otro, abría su
estudio de arquitecto. Después se enamoraba de una muchacha
encantadora. Finalmente, por mucho que traté de prolongar el
noviazgo, no tuve más remedio que casarlos. Y todo era poco; las
mujeres siempre quieren más, más... Y ahora... (Le falla la voz
emocionada.)
MAURICIO.
Vamos, ánimo. Algo ha venido a trastornar sus planes ¿verdad?
BALBOA.
La semana pasada, al volver a casa, mi mujer salió a abrazarme loca
de alegría, con un cablegrama. ¡Después de veinte años de ausencia
su nieto anunciaba el regreso!
MAURICIO.
Disculpe, pero ahora sí que no lo entiendo. ¿Qué diablos se proponía
usted con ese cable absurdo?
BALBOA.
Yo nada. Es que, de repente, la vida se metía en la farsa... Y el cable
era verdadero.
MAURICIO.
¿De su nieto?
BALBOA.
De mi nieto. Hace ocho días se embarcó en el "Saturnia".
MAURICIO.
¡Diablo! Esto empieza a ponerse interesante. (Anota.) "La vuelta del
nieto pródigo."
BALBOA.
¿Se da cuenta de lo que habré pasado estas noches pensando en ese
barco que se me venía encima? La cortina de humo iba a descorrerse