Page 40 - Alejandro Casona
P. 40
MAURICIO.—(Comprendiendo al fin.)
¡Un momento! ¡No pretenderá usted que yo sea su nieto!
BALBOA.
¿Y por qué no? Cosas más difíciles ha hecho. ¿No ha sido usted
ladrón de niños y fantasma de caserón y falsificador de ruiseñores?
MAURICIO.
Pero un hombre no es tan fácil de trucar como un fantasma: tiene
una cara propia, y unos ojos y una voz...
BALBOA.
Afortunadamente nunca envió fotografías; y veinte años cambian
completamente a un muchacho.
MAURICIO.
¿Y el naufragio?
BALBOA.
Pudo perder ese barco y tomar otro. Puede llegar mañana mismo en
avión.
MAURICIO.
Aunque así fuera. Supongamos que ya llegué, ya estoy en la casa, ya
paso el primer abrazo. Y mañana ¿qué? Yo puedo cruzar por una vida
un momento, pero no puedo quedarme.
BALBOA.
Ni yo iba a pedirle tanto. Sólo una semana, unos días... ¡una noche
siquiera! (Aferrándose a él, suplicante.) ¡No, no me diga que no! ¡O
todas sus teorías son mentira, o usted no puede negarle a esa mujer
una hora, una sola hora feliz, que puede ser la última!
MAURICIO.
Calma, calma. No digo que sí, pero tampoco he dicho todavía que no.
Déjeme despejar un poco la cabeza. (Se desabrocha el cuello
resoplando. Bebe un trago de whisky. Repasa sus notas. Finalmente
mira a Balboa y sonríe volviendo a su tono jovial.) ¡Y lo peor de todo
es que el asunto me gusta de alma!
BALBOA.
¿Sí?...
MAURICIO.
¡En buena nos hemos metido, amigo! Lo de la Universidad, pase. Lo
de los viajes, con un poco de geografía, pase. Pero estas