Page 45 - Alejandro Casona
P. 45
¡Que entre el jardín entero! (La doncella desaparece.) De muchacho
toda su ilusión era dormir al aire libre. Algunas noches de verano,
cuando creía que no le sentíamos, se descolgaba por esa rama del
jacarandá que llega a la ventana. ¿Recuerda que hace años el señor
quiso cortarla?
GENOVEVA.
No le faltaba razón; tapa los cristales y quita toda la luz.
ABUELA.
¡Qué importa la luz! Yo estaba segura de que había de volver, y quién
sabe si alguna noche no le gustará descolgarse otra vez como
entonces.
GENOVEVA.
Ahora ya no sería lo mismo. Esa rama puede resistir el peso de un
chico, pero el de un hombre no.
ABUELA.
¿Por qué? También el jacarandá tiene veinte años más. Los platos,
así. En las cabeceras quedan muy lejos.
GENOVEVA.
Es la costumbre.
ABUELA.
La nuestra. Ellos no hace tres años que se han casado. ¡Una luna de
miel! No se enfriará el horno, ¿verdad? He dejado a media lumbre la
torta de nueces. Todavía le estoy oyendo, a gritos, cuando volvía del
colegio: "¡Abuela, torta de nuez con miel de abejas!" ¿Por qué mueve
la cabeza así?
GENOVEVA.
La torta de nueces, el jacarandá... siempre como si fuera un
muchacho. ¿Cree que un hombre que levanta casas de treinta pisos
va a acordarse de cosas tan pequeñas?
ABUELA.
¿No las recuerdo yo? Los mismos años han pasado para mí que para
él.
GENOVEVA.
Los mismos, no: usted aquí, quieta; él, por el mundo.
ABUELA.
¿Qué puede ocurrir? ¿Que traiga una voz más ronca y unos ojos más
cansados? ¿Dejará por eso de ser el mío? Por mucho que haya