Page 47 - Alejandro Casona
P. 47
¿Quién va a ser? Isabel, su mujer.
GENOVEVA.
¿No le hablaba en las cartas?
ABUELA.
¿Y eso qué? Los enamorados todo lo ven como lo quisieran. No es
que yo tenga nada contra ella; pero esas mujeres que vienen de
lejos...
GENOVEVA.
¿Celosa?...
ABUELA.
Quizá un poco. Una los cuida, los va viendo crecer día por día, desde
el sarampión hasta el álgebra, y de repente una desconocida, nada
más que porque sí, viene con sus manos lavaditas y te lo lleva
entero. Ojalá que, por lo menos, sea digna de él. (Se levanta
repentinamente.) ¡Y ahora! ¿Oye ahora?... (En efecto, se oye un
motor acercándose.)
GENOVEVA.
¡Ahora sí! (La luz de unos faros ilumina un momento el jardín. La
doncella aparece en lo alto de la escalera. Dos bocinazos fuera,
llamando.)
FELISA.
Señora, señora... ¡Ya están ahí!
ABUELA.
¡Salga a abrir, Felisa! ¡Pronto! (Detiene a Genoveva.) Usted no. Aquí,
conmigo. Sé que voy a ser fuerte, pero por si acaso. (Campanilla. La
doncella sale rápida. Se oye la voz de Mauricio gritando
alegremente.)
VOZ.
¡Abuela! ¡Abran o salto por la ventana! Abuela!... (La campanilla
insiste impaciente.)
ABUELA.
¿Lo está oyendo? ¡El mismo loco de siempre! (Entra primero Mauricio,
que se detiene un momento en el umbral. Después el señor Balboa e
Isabel, con equipaje de mano; y finalmente la doncella con algunas
maletas, que deja, volviendo a buscar el resto.)