Page 58 - Alejandro Casona
P. 58

Pues ya sabes qué. Ahora aprende a conocer lo tuyo. (Al Abuelo.) ¿Le
                  has hablado ya?

                  BALBOA.
                  ¿De qué?

                  ABUELA.
                  Ya me imaginaba que no ibas a tener valor. Pero es necesario... y
                  ahora que estamos solos, mejor.

                  MAURICIO.
                  ¿Algún secreto?

                  ABUELA.
                  Lo único que no me atreví a recordarte nunca en las cartas. Aquella
                  última noche... cuando te fuiste... ¿comprendes? El Abuelo no supo lo
                  que hacía; estaba fuera de sí.

                  BALBOA.
                  Por favor, basta de recuerdos tristes.

                  ABUELA.
                  Afortunadamente supiste abrirte paso. Pero un muchacho solo por el
                  mundo... Si la vida te hubiera  arrastrado por otros caminos...  (Con
                  una mirada de reproche al Abuelo.) ¿De quién sería la culpa? Eso es
                  lo que el abuelo no se ha atrevido a confesar en voz alta. Pero en el
                  fondo de su conciencia yo sé que no ha dejado un solo día de pedirte
                  perdón.

                  MAURICIO.
                  Al contrario; hizo lo que debía. Y si a algo debo respeto y gratitud es
                  a esta mano que me hizo hombre en una sola noche. (Se la estrecha
                  fuerte.) Gracias, abuelo. (Se abrazan. La Abuela respira aliviada.)



                                              DICHOS, GENOVEVA e ISABEL

                  GENOVEVA.—(Entrando con una bandeja.)  Un poquito tostadas, pero
                  oliendo a bueno.

                  MAURICIO.—(A Isabel, que aparece en  la escalera con un nuevo
                  vestido.)
                  ¡Pronto, Isa! ¡Han llegado las tortas de nuez con miel de abeja!

                  ABUELA.
                  La primera para ti.
   53   54   55   56   57   58   59   60   61   62   63