Page 74 - El Mártir de las Catacumbas
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Era solamente un niño, apenas responsable de sus propios actos erróneos; él también era
               noble, el último de antigua familia. Pero la ley es inexorable, y él hubo de sufrir la pena. Cina
               también podría  habérsele  pasado por  alto.  No  era  ni  más  ni  menos  que  un loco. Empero, tan
               vehemente es el celo contra los cristianos que ni aun su evidente locura le pudo poner a salvo.

                      -Yo conozco bien que el príncipe de las tinieblas lucha contra el pueblo de Dios, el cual
               se halla fundado sobre la Roca, y las puertas del infierno no pueden prevalecer contra él. ¿Acaso
               no he visto yo sufrir igualmente a los buenos, los puros, los nobles, los santos y los inocentes?
               Acaso no sé que hay guerra sin misericordia contra los cristianos? Lo sabía muy bien mucho
               antes  de  convertirme.  Y  siempre  he  estado  preparado  para  hacer  frente  a  las  consecuencias
               respectivas  desde  que  he  conocido  personalmente  a  Jesús  el  Cristo  como  mi  Señor  y  mi
               Salvador.

                      -Escucha, querido Marcelo. Te he dicho que sólo te pedía una cosa sencillísima, Pues esta
               religión que tú tanto aprecias, no es necesario que la abandones. Consérvala, si así debe ser. Pero
               amóldate a las circunstancias. Puesto que la tormenta está arreciando, es inteligente inclinarse y
               dejarla pasar. Toma una actitud de hombre inteligente, y no de fanático.

                      -¿Qué es lo que quisieras que yo haga?
                      -Es esto.  Dentro de unos pocos años sucederá un gran cambio. Bien la persecución se
               desvanece, o bien se genera una reacción, o el emperador puede morir, y otros gobernantes de
               diferentes sentimientos le seguirán. Entonces será legal el hacerse cristiano. Entonces toda esta
               gente que hoy es afligida puede volver de sus escondites y ocupar sus antiguos puestos, y surgir a
               la  dignidad  y  a  la  riqueza.  Ten  presente,  pues,  todo  esto.  Y  por  lo  tanto,  no  arrojes  así
               infructuosamente tu vida que todavía puede ser de servicio al estado y de felicidad para ti. Pues
               por ti mismo cuídala y resérvala. Mira alrededor de ti ahora. Considera todas estas cosas. Deja a
               un lado tu religión por un breve lapso, y vuelve a la religión del estado. Y eso sólo es cuestión de
               breve tiempo. Así puedes escapar del inminente peligro presente, y cuando vuelvan tiempos más
               felices, puedes volver. a ser cristiano en paz.
                      -Lúculo,  esto  es  imposible.  Es  abominable  a  mi  alma.  ¿Podría  acaso  ser  yo  un  doble
               hipócrita? Si tú comprendieras lo que en mí se ha realizado, no me pedirías ni por un momento
               que  perjure  mi  alma  inmortal  ante  el  mundo  y  ante  mi  Dios.  Es  mucho  mejor  morir
               inmediatamente por las más severas torturas que al cuerpo le pueden inferir.

                      -Tú tomas posiciones tan extremas que me haces desesperar de tu vida, y de la esperanza
               de salvarte. ¿No quieres detenerte a contemplar este asunto racionalmente? No es cuestión de
               hacerse perjuro, sino táctica. No es hipocresía, sino sabiduría.

                      -Dios no permita que yo haga esto, de pecar contra El.
                      -Mira esto más. Tú solamente no te beneficiarás, sino a muchos más. Estos cristianos a
               quienes tú amas serán de esa manera ayudados por ti mucho más efectivamente que ahora. En su
               presente  situación  tú  bien  sabes  que  ellos  no pueden  vivir  como  antes  de la simpatía  y de  la
               ayuda de aquellos que profesan la religión del estado, pero que en secreto prefieren la religión de
               los cristianos. ¿Acaso vas tú a llamar hipócritas y perjuros a esos hombres? ;No son ellos más
               bien vuestros benefactores y amigos?
                      -Estos seres jamás han llegado a conocer la verdadera fe y la esperanza cristiana que yo
               tengo. Ellos nunca conocieron el nuevo nacimiento, la nueva naturaleza divina, la presencia del
               Espíritu Santo morando en sus corazones, la comunión con el Hijo del Dios viviente, como yo lo
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