Page 70 - El Mártir de las Catacumbas
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De rostro pálido y contextura ligera, desnutrido en extremo, era nada ante la mole de la bestia
               furiosa. Y en son de escarnio se le había vestido como gladiador.
                      Y sin embargo, a despecho de su tierna infancia y su debilidad, no había nada en su rostro
               ni en su actitud que revelara el menor asomo de miedo. Revelaba posesión de sí mismo en su
               mirada apacible. Avanzó hacia adelante serenamente hasta el centro de la arena, y allí, a la vista
               de todos, elevó sus manos juntas, levantó sus miradas al cielo y habló a su Dios.
                      Mientras tanto el tigre seguía amenazante, desplazándose como al entrar. Había visto al
               niño  pero  no  le  había  hecho  efecto  alguno.  Seguía  levantando  las  miradas  de  sus  ojos
               sanguinarios hacia las enormes murallas y de vez en cuando lanzaba salvajes rugidos.
                      El hombre del rostro severo y triste miraba absorto como si toda su alma acompañara esa
               mirada.
                      El tigre por su parte no parecía mostrar el menor deseo de atacar al muchacho cristiano
               que seguía orando.

                      La multitud ya se tornó impaciente. Surgieron murmullos y exclamaciones y gritos con la
               intención de enfurecer a la fiera para que atacara a su víctima.

                      Pero ahora de en medio del tumulto surgió el sonido de una voz profunda y terrible:


                      ¿Hasta cuándo, oh Dios, santo y verdadero, no
                      vengas Tú Nuestra sangre de los que moran en la tierra?


                      Siguió un silencio profundo y aterrorizado. Cada uno de los espectadores miraba al que
               estaba a su lado.
                      Pero el silencio fue interrumpido por la misma voz, que repitió con énfasis admonitivo:


                      He aquí, viene en las nubes;

                      Y todo ojo le verá,
                      Y también los que le traspasaron le verán;

                      Y todos los linajes de la tierra lamentarán a causa de El.
                      Así sea. Amén, Amén.


                      Tú eres justo, oh Señor,
                      Que eres, que eras y que has de ser,

                      Porque Tú has hecho juicio.

                      Porque ellos derramaron la sangre de los santos
                      y de los profetas.
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