Page 131 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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pestades y los salva. Se acerca a Ulises, le tiende un ceñi
dor y le dice: «Póntelo, y no morirás. Pero, antes de llegar
a tierra, despréndete de él.» Ulises se lo pone, nada con di
ficultad y se acerca a la costa, pero a cada intento de abor
darla la resaca lo aleja de ella. Finalmente, descubre, a
cierta distancia, una especie de pequeño puerto, un lugar
en el que desemboca un riachuelo, un torrente. Allí, por
tanto, las olas no lo estrellarán contra las rocas. Nada has
ta ese lugar, es casi de noche, ya no puede más, está
exhausto. Arroja el talismán, avanza a tientas y apenas la
orilla empieza a elevarse se deja caer y se oculta debajo de
un montón de hojarasca. Se pregunta quién vive allí, qué
nuevo peligro le amenaza. Ha decidido mantener los ojos
abiertos pese a su agotamiento. Lleva noches sin dormir,
está sucio de los pies a la cabeza por haber sido zarandea
do en el mar durante días y días, sin poder lavarse. Está
cubierto de sal de los pies a la cabeza y sus cabellos y su
barba son una maraña de greñas. Se echa al suelo y, acto
seguido, Atenea, que lleva mucho tiempo sin intervenir,
vuelve y le hace dormir.
Se encuentra en la isla de los feacios, a medio camino
entre el mundo de los hombres, el de Itaca, el de Grecia, y
un mundo extraordinario y milagroso, donde los caníbales
se codean con las diosas. La actividad principal de los fea
cios es el transporte. Son marinos, y disponen de naves
mágicas que navegan por sí solas, siguiendo cualquier
rumbo, sin que necesiten ser dirigidas ni propulsadas por
remos. Se parecen un poco a Hermes, el dios del viaje y de
los tránsitos, personificación del ir y venir de un mundo a
otro. La isla, además, no está en contacto directo con el
exterior. Los feacios son transportistas, pero nadie acude a
visitarlos, ningún extranjero humano pasa jamás por allí.
Sí reciben a veces la visita de algún dios, que se presenta
tal cual es, sin necesidad de disfrazarse.
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