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oficiales.  Los  mineros  y  fundidores  de  los  metales  y  los  demás  muustros
            que  andaban  ocupados  en  aquel  oficio  no  pagaban  otro  tributo  sino  el  de  su
            trabajo y  ocupación.  Las  herramientas  y los  instrumentos  y el  comer  y  vestir
            y cualquiera  otra  cosa  que  hubiese  menester,  se  les  proveía  largamente  de  la
            hacienda  del  Rey  o  del  señor  de  vasallos,  si  andaban  en  su  servido.  Eran
            obligados  a  trabajar  dos  meses,  y  no  más,  y  con  ellos  cumplían  su  tributo;
            el  demás  tiempo  del  año  lo  gastaban  en  lo  que  bien  les  estaba.  No  trabaja-
            ban todos los  indios  de  la  provincia en este  ministerio,  sino  los  que  lo  tenían
            por oficio particular y sabían el arte,  que  eran  llamados  metaleros.  Del  cobre
            que  ellos  llaman  anta,  se  servían  en  lugar  de  hierro,  del  cual  hacían  los  hie-
            rros  para  las  armas,  los  cuchillos  para  cortar  y  los  pocos  instrumentos  que
            tenían  para  la  carpintería,  los  alfileres  grandes  que  las  mujeres  tenían  para
            prender sus  ropas,  los  espejos  en  que  se  miraban,  las  azadillas  con  que  es-
            cardaban  sus  sementeras  y  los  martillos  para  los  plateros;  por  lo  cual  esti-
            maban  mucho  este  metal,  porque  para  todos  era  de  más  provecho  que  no
            la  plata ni  el oro  y así  sacaban  más  cantidad de  él  que  de  estos  otros.
                 "La  sal  que  se  hacía,  así  de  las  fuentes  salobres  como  del  agua  mari-
            na,  y el  pescado  de los  ríos,  arroyos  y lagos,  y el  fruto  de  los  árboles  nacidos
            de  suyo,  el  algodón  y  el  cáñamo,  mandaba  el  Inca  que  fuese  común  para
            todos  los  naturales  de  la  provincia  donde  había  aquellas  cosas,  y  que  nadie
            en  particular  las  aplicase  para  sí,  sino  que  todos  cogiesen  lo  que  hubiesen
            menester,  y no  más.  Permitía que  cada  uno  en sus  tierras  plantase  los  árboles
            frutales  que  quisiese  y  gozase  de  ellos  a  su  voluntad.
                 "Las  tierras  de  pan  y  las  que  no  eran  de  pan,  sino  de  otros  frutos  y
            legumbres  que  los  indios  sembraban,  repartía  el  Inca  en  tres  partes:  la  pri-
            mera  para  el  Sol  y  sus  templos,  sacerdotes  y  ministros;  la  segunda  para  el
            patrimonio  real,  de  cuyos  frutos  sustentaban  a  los  gobernadores  y  ministros
            regios,  que  andaban  fuera  de  sus  patrias,  de  donde  también  se  sacaba  su
             parte  para  los  pósitos  comunes;  la  otra  tercera  parte  para  los  naturales  de
             la  provincia  y  moradores  de  cada  pueblo.  Daban  a  cada  vecino  su  parte,  la
             cual  bastaba  a  sustentar  su  casa.  Este  repartimiento  hacía  el  Inca  en  todas
             las  provincias  de  su  Imperio,  para  que  en  ningún  tiempo  pidiesen  a  los
             indios  tributo  alguno  de  sus  bimes  y  hacienda,  ni  ellos  fuesen  obligados  a
             darlo  a nadie,  ni  a sus  caciques  ni  a los  pósitos  comunes  de  sus  pueblos  ni  a
             los  gobernadores  del  Rey  ni  al  mismo  Rey  ni  a  los  templos  ni  a  los  sacer-
             dotes,  ni  aun  para  los  sacrificios  que  hacían  al  Sol;  ni  nadie  pudiese  apre-
             miarles  a  que lo  pagasen,  porque  ya  estaba  hecho  el  repartimiento  para  cada
             cosa.  Los  frutos  que  sobraban  de  la  parte  que  al  Rey  le  cabia  se  aplicaban
             a los  pósitos  comunes  de  cada  pueblo.  Los  que  sobraban  de  las  tierras  del
             Sol  también  se  aplicaban  a los  pobres,  que  eran  los  inútiles,  cojos  y mancos,
             ciegos  y  tullidos  y  otros  semejantes.  Y  esto  era  después  de  haber  cumplido
             muy  largamente  con  los  sacrificios  que  hacían,  que  eran  muchos,  y  con  el
             sustento de los sacerdotes y ministros de los  templos,  que eran innumerables".

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