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envió mensajeros por todas partes para proclamar la celebración del swayamvara. A
muchos brahmanes les ha pedido que vayan de lugar en lugar difundiendo la noticia.
Quién sabe; quizás en algún lugar yo tenga la fortuna de poder comunicarle al mismo
Arjuna la noticia del swayamvara. —Después de reírse de su propio chiste el brahmín
les explicó que estaba muy cansado y se fue a dormir.
Los príncipes se quedaron en silencio por largo rato. Ninguno se atrevía a hablar.
Kunti se dio cuenta de que todos deseaban ir a Panchala pero ninguno se atrevía a decirlo.
Tratando de allanar la situación les dijo:
—Ya hemos estado viviendo demasiado tiempo en la casa de este brahmín. Por mi
parte ya me siento un poco cansada de vivir en este lugar, ¿por qué no nos vamos a
otra parte? Por ejemplo a la ciudad de Kampilya en Panchala. Con la celebración del
swayamvara seguro que habrá mucha gente caminando por las calles y será divertido
deambular por la ciudad durante la celebración; creo que va a ser emocionante. Me
gustaría ir a Panchala, ¿qué os parece a vosotros?
Los pandavas estaban deseando escuchar aquellas palabras, y pensando en la aven-
tura que les esperaba, se pusieron muy felices asintiendo todos juntos.
Ellos sabían que Draupadi era una ofrenda para Arjuna. Pero no pudieron conciliar
el sueño en toda la noche, pensando en la descripción que el brahmín había hecho de
aquella mujer. Sus pensamientos revoloteaban alrededor de ella. Yudhishthira, el mayor
de los pandavas, quería aquella mujer para él, pero dándose cuenta de que no era su
prerrogativa, no podía evitar sentirse deprimido. Estaba agobiado por el continuo acoso
de pensamientos. Todos esperaban con impaciencia la salida del Sol del nuevo día, pues
los presagios indicaban que en aquella ciudad les esperaba una sorpresa agradable.
Kunti se despidió afectuosamente del brahmín, de su esposa y de sus hijos y junto
con sus cinco hijos emprendió camino hacia el país de Panchala. Cuando iban ya de
camino se encontraron con Vyasa, el cual les había prometido reunirse de nuevo con
ellos. Después de bendecirles les dijo:
—Lo que estáis haciendo es lo correcto, la suerte os espera allí; días de gran felicidad
os están aguardando. Las nubes comienzan a levantarse disipándose. Pronto vais a ser
muy felices.
Después de esas palabras de ánimo, Vyasa se fue. Tras oír sus palabras, los pandavas
caminaron decididos, y con un entusiasmo especial hacia la ciudad de Kampilya, la
capital del reino Panchala.