Page 155 - Mahabharata
P. 155

1. El comienzo                                                                           135


                   Arjuna exhaló un profundo suspiro de alivio y dijo:

                   —He viajado por todo el mundo, he visto muchos lugares. Nunca pasé más de tres
               noches en un mismo sitio. Pero ahora, la época de las lluvias ha llegado con toda su
               fuerza. El cielo está cubierto por nubes oscuras y densas ansiosas por derramar su lluvia.
               Debo pasar estos cuatro meses en algún lugar, y pensé que esta pintoresca colina de
               Raivataka sería un lugar cómodo para mí. Aprovechando el silencio que la envuelve
               podré concentrarme en la meditación.
                   Balarama estaba muy impresionado con aquel joven yati que hablaba palabras tan
               bellas y decidió ser su anfitrión. Parecía joven en edad pero viejo en sabiduría. Era una
               suerte que la ciudad de Dwaraka hubiera tenido la buena fortuna de haber sido elegida
               por el yati para su estancia de cuatro meses.
                   Krishna se presentó justamente en ese momento, Balarama le dijo que venerara al gran
               yati. Krishna ocultando su sonrisa burlona se postró a sus pies y recibió con humildad
               manifiesta las cenizas sagradas. Balarama le contó todo sobre el yati, cómo había viajado
               por todo el mundo y cómo había honrado con su presencia la colina de Raivataka con la
               intención de pasar allí la época de las lluvias. Luego le pidió a Krishna que sugiriera un
               lugar propicio para que se alojara el yati. A lo que Krishna respondió:
                   —Siendo tú mayor que yo, no es correcto que sea yo quien decida. Sería una imperti-
               nencia.
                   Balarama, complacido con su humildad, dijo:
                   —Siento que el mejor lugar serían los jardines al lado de los aposentos de Subhadra.
               Yo haré que ella atienda a todas las necesidades de este gran hombre.

                   Era costumbre que las muchachas jóvenes atendieran a los hombres ilustres y, además,
               se decía que las bendiciones de los rishis y de los hombres santos, aseguraban una feliz
               vida futura para las muchachas jóvenes. Según era costumbre, Balarama sugirió que
               Subhadra atendiera las necesidades del yati. Krishna quería que sucediese así, y así
               sucedió. Pero, sin embargo, su apariencia externa no reflejaba su contento, parecía
               dudoso, y dijo:
                   —No creo que sea aconsejable dejarle estar tan cerca de Subhadra. No sabemos nada
               de este hombre. Hermano, este yati parece ser joven, es guapo, tiene un cuerpo bello;
               demasiado bello para haber estado sometido a austeridades durante tanto tiempo, y es
               también muy elocuente. Todas estas cosas son muy atractivas para una muchacha joven
               e impresionable. Este hombre posee las cualidades y encantos capaces de atraer a una
               muchacha tan joven y encantadora como nuestra Subhadra. Yo no lo aconsejo. Es más,
               difiero totalmente de tu sugerencia. Pero naturalmente, tú eres sabio y tienes una visión
               más amplia. Seguro que has debido reconsiderar todo esto antes de llegar a esta decisión.
                   Balarama estaba furioso con Krishna por haber hablado del yati en términos tan
               disparatados. Le dijo:
   150   151   152   153   154   155   156   157   158   159   160