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El rostro de Subhadra se puso rojo de rubor y bajó la vista sin atreverse a mirarle a
los ojos. Arjuna le habló del amor que sentía y con voz suplicante le dijo que no podía
vivir sin ella. Ella escuchó sin decir una sola palabra, y luego se retiró a su aposento.
Subhadra se puso enferma a causa de su amor por Arjuna. Krishna sabía en qué
punto estaban las cosas y sintió que sería conveniente que los dos jóvenes no se vieran
durante un tiempo, así que encargó a Rukmini que atendiera las necesidades del yati.
Cuando vio el descontento en el rostro de Arjuna, Rukmini no pudo contenerse:
—Lamento que no te agrade mi presencia —le dijo con una sonrisa traviesa.
Arjuna tenía ojos de enamorado. Ella le contó que Subhadra no se encontraba bien
y que el motivo de su enfermedad escapaba a los conocimientos de los médicos. La
enfermedad de Subhadra era causa de preocupación para Devaki y los demás, así que
Devaki se dirigió a Balarama y a Krishna y les contó lo que ocurría. Krishna le sugirió que
se fuesen a la isla cercana a adorar al Señor Rudra durante quince días. Él se encargaría
de arreglar este asunto. Balarama creyó ingenuamente que esto funcionaría. Todos se
fueron a la isla a hacer sus adoraciones, dejando a Subhadra sola. Krishna se las arregló
para estar a solas unos instantes con su querida hermana y le dijo:
—Subhadra, escúchame atentamente. Nos vamos a ir todos durante quince días. Tú
te quedarás aquí. Ahora voy a hablar con el yati. El duodécimo día contando a partir de
hoy será un día propicio. Creo que será el más adecuado para vuestra boda. —Después
de decir esto, Krishna se marchó junto con los demás.
Doce días después, Arjuna se dirigió a Subhadra y le dijo:
—Tu hermano Krishna debe haberte dicho que entre todos los días, hoy es aquel en
que se hará realidad el deseo más querido de mi corazón. Tú sabes cuánto te quiero.
He pasado noches en vela pensando en ti y en este feliz acontecimiento. A nosotros los
kshatryas se nos permite casarnos al estilo de los gandharvas. Supongo que estarás de
acuerdo con esto.
Subhadra permanecía en silencio, las lágrimas surcaban sus mejillas. Arjuna la
consolaba diciendo:
—No tengas miedo, no te preocupes. Te llevaré conmigo a Indraprastha.
Le pidió que consiguiera una carroza tirada por caballos veloces para llevarles allí.
La carroza tenía que ir equipada con todas las armas. Ella hizo todo lo que le había dicho.
La carroza resultó ser la de Krishna, el cual la había dejado con el expreso propósito de
ayudar a Arjuna. Iba equipada con los caballos favoritos de Krishna: Saibya, Sugriva,
Valahaka y Meghapushpa. Subhadra vino donde estaba Arjuna y le dijo que todo estaba
listo.
Arjuna ya sabía que Subhadra era muy eficiente en el arte de conducir carrozas, por lo
que le pidió que tomara las riendas. Arjuna, tras despojarse de las ropas de yati se puso