Page 162 - Mahabharata
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               pudiera reunirse con Radha. Al igual que el alma anhela encontrarse con su Dios, así de
               angustioso era su deseo de sentir sobre su frente el tacto de las manos de Radha. Con un

               suspiro, Krishna sacó de su cabeza esos recuerdos del pasado que rasgaban las cuerdas
               de su corazón.
                   El Sol ya había alcanzado su cenit. Ya era casi el mediodía. Habían terminado de
               comer y el resto del grupo, Draupadi, Subhadra y Satyabhama estaban en las tiendas.
               Krishna y Arjuna se dirigieron de nuevo hacia la orilla del río. Aquel bosque les tenía
               fascinados. Ahora se le podía ver claramente. Se sentaron en el tronco de un árbol, en un
               recodo del bosque. Y cuando ya estaban cómodamente sentados se presentó ante ellos
               un brahmín. Su silueta era resplandeciente como oro fundido y su barba era roja al igual
               que sus ojos. Todo él estaba cubierto de un halo rojo, como el Sol al amanecer. Krishna y
               Arjuna se levantaron y rindieron honores al brahmín, el cual les dijo:

                   —Estoy hambriento, muy hambriento. Tenéis que satisfacer mi hambre.
                   A lo que ellos respondieron:

                   —Dinos lo que deseas y con toda seguridad dispondremos lo necesario para prepa-
               rártelo. ¿Qué tipo de comida prefieres? El brahmín sonrió y dijo:
                   —La comida corriente no puede satisfacerme. Yo soy Agni. He estado esperando
               vuestra venida durante mucho tiempo. He oído hablar de vosotros y sé que sois las
               únicas personas que pueden hacer realidad mi sueño. He estado intentando una y otra
               vez devorar este enorme bosque de Khandava, pero nunca lo he logrado. El Señor Indra
               tiene un amigo llamado Takshaka, que es el rey de las serpientes y este bosque es su
               morada. Así que, siempre que intento quemarlo, Indra hace caer una densa lluvia y
               me impide llevar a cabo mi propósito. Vosotros dos sois diestros en el uso del arco y
               estáis familiarizados con los astras divinos. Si podéis resguardar el bosque de la lluvia
               mediante vuestras flechas, podré quemarlo todo a mi antojo. Os ruego que me concedáis
               esta gracia. Krishna y Arjuna estaban sorprendidos por esta petición tan poco usual,
               pero aceptaron gustosos la aventura. Arjuna le dijo:

                   —En una cosa tienes razón, yo tengo poder sobre los divinos asirás e igualmente
               Krishna, por lo que podemos fácilmente contener la lluvia enviada por Indra, pero no
               tengo un arco suficientemente poderoso para lanzar astras. Necesito un arco fuerte,
               dotado de cualidades sobrehumanas, para facilitar nuestra tarea. También necesito
               una aljaba de la que se puedan sacar flechas incesantemente sin vaciarse. Mi carroza
               tampoco es suficientemente rápida ni resistente para acometer esta empresa. Necesitaré
               los caballos más veloces del mundo si he de salir con éxito de la defensa de este bosque
               contra el rey de los cielos. Te aseguro que puedo ayudarte si me suministras los medios
               que te he mencionado. En cuanto a Krishna, él es más poderoso que todas las armas de
               los cielos juntas.
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