Page 165 - Mahabharata
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1. El comienzo 145
comenzó a soplar un viento terrible en un intento de extinguir el fuego. Pero Arjuna supo
cómo contrarrestar aquel astra. El combate era terrible. Krishna y Arjuna estaban muy
enojados con Indra. Luego, Indra cogió su Vajra con la intención de lanzarlo contra estos
mortales que se habían atrevido a desafiarle. Los demás dioses, viendo la ira de Indra,
tomaron sus armas para acudir en su ayuda. Y apareció Yama con su maza, Kubera con
sus huestes, Varuna con su lazo y Rudra con su tridente. Todos ellos estaban intentando
destruir a aquellos dos seres humanos que habían tenido la osadía de luchar contra el
rey de los cielos. Mientras tanto, los rishis que allí se habían reunido, contemplaban el
combate en total asombro. Indra estaba inmensamente complacido con su hijo. La lucha
continuaba, al igual que el incendio del bosque que no parecía menguar, al contrario,
creía en intensidad.
Entonces, se oyó hablar una voz desde los cielos que dijo:
—Indra, debes desistir en tu empeño de apagar este fuego pues tu amigo Takshaka
no se encuentra dentro del bosque. Además también has ayudado a que su hijo lograra
escapar. No te será posible derrotar a estos dos hombres; son Nara y Narayana. Son
invencibles. Será mejor que pongas fin a esta agresión antinatural contra tu propio hijo.
Al oír esto Indra dejó de luchar y yendo al encuentro de Krishna y Arjuna dijo:
—Vosotros dos juntos, habéis llevado a cabo una proeza que incluso para los dioses
hubiera sido imposible. Podéis pedirme cualquier don pues estoy muy complacido con
vosotros.
Krishna sacudió su cabeza suavemente y se quedó junto a él sonriendo mientras que
Arjuna, emocionado de ver a su padre, se postró a sus pies y le dijo:
—Por favor, dame todos los astras divinos que posees. A lo que Indra respondió:
—Seguro, te los daré, pero este no es el momento oportuno. Cuando Sankara, el
Señor de los Señores te dé su Pasupata, entonces yo te daré mis astras divinos. —Dicho
esto, Indra regresó a su morada celestial.
Había un asura llamado Maya, el cual había quedado atrapado en el incendio y estaba
intentando escapar de las llamas. Krishna percatándose de esto, levantó su chakra para
destruirle y Maya al verlo corrió frenética y desesperadamente a postrarse a los pies de
Arjuna, ante quien pidió clemencia y misericordia. Arjuna le dijo:
—No temas, nadie te hará daño.
Krishna, al ver que Arjuna le había concedido la vida, desistió de su intención.
El fuego continuó su labor devastadora durante horas, hasta que todo el bosque fue
reducido a cenizas. Tras esto, Agni se dirigió a los dos amigos y les dijo:
—Ahora estoy satisfecho. Con vuestra ayuda he podido materializar un sueño que
deseaba realizar desde hacía muchos años. Gracias a vosotros he logrado hacer lo
imposible. —Dicho esto, les bendijo y desapareció de su vista.