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promesa que le hizo a sus queridos sirvientes Jaya y Vijaya; habían nacido en la tierra
como Hiranyaksha y Hiranyakasipu, y él los había aniquilado. Luego nacieron como
Ravana y Kumbhakarna y nuevamente les había matado. Ahora estaban en su tercera y
última vida en la tierra como Sisupala y Dantavaktra. Él tenía que otorgarles la liberación
de la esclavitud a la vida humana. Krishna después de pensar en todas estas cosas
decidió comenzar el acto de la destrucción.
Krishna pareció reflexionar unos instantes y luego dijo:
—Dices que eres un gran arquitecto; Yudhishthira es muy querido para mí. Estaré
muy complacido si construyes un palacio para él. El gran salón de reuniones debe ser
único en el mundo. Haz esto para Yudhishthira, y Arjuna y yo estaremos complacidos.
Maya estaba muy feliz de saber que podía hacer algo para ellos y empezó a planear
en su imaginación el gran sabha que iba a construir para Yudhishthira.
Llegaron a Indraprastha y relataron a Yudhishthira los emocionantes acontecimientos
de ese día. Le presentaron a Maya quien le contó los detalles acerca del salón que quería
construirle. Yudhishthira le dio la bienvenida a la ciudad y le rindió honores. Maya
estaba muy complacido consigo mismo. Discutió la planificación del gran salón con
Krishna y los pandavas. Y en un día propicio, Maya comenzó la construcción del gran
palacio, conocido después como el Mayasabha.
Krishna se dirigió a Yudhishthira con la petición de que se le permitiera regresar a
Dwaraka. Habían pasado muchos días desde su llegada a Indraprastha, pero ninguno
de ellos estaba dispuesto a dejarle ir. Yudhishthira dijo:
—Mi Señor, tú eres la estrella que guía el barco de nuestra vida hacia puerto seguro.
Tú nos has dado todo. ¿Cómo podemos estar de acuerdo en que te vayas de nuestro
lado? Tu significas para nosotros nuestra misma vida, tú eres todo. Tú regulas nuestros
pensamientos y acciones. Debes estar siempre con nosotros para guiarnos por el sendero
recto. Sin ti, estaremos perdidos.
Krishna le volvió a asegurar a Yudhishthira que él siempre estaría con ellos y que
vendría a ellos siempre que le llamaran. Luego se despidió de todos uno por uno; de
su tía Kunti, de sus hermanos, Draupadi y Subhadra. El carro, conducido por Daruka,
estaba a las puertas del palacio. Krishna miró a Subhadra con una sonrisa sarcástica y
dijo:
—Supongo que ahora puedo llevarme mi carro. Ha cumplido su propósito, ahora ya
no lo necesitas más.
Con estas palabras de despedida, Krishna subió al carro. Subhadra estaba todavía
ruborizada. Yudhishthira pidió a Daruka que bajara del carro y se puso él en el asiento
del conductor. Y como era su costumbre, Yudhishthira tomó las riendas en sus manos,
y condujo el carro por un trecho. Esta había sido su costumbre siempre que Krishna