Page 169 - Mahabharata
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2. El salón 149
se alejaba de ellos. Arjuna y Bhima permanecieron de pie, uno a cada lado de Krishna,
con mamparas para protegerle del aire. Nakula y Shadeva sostenían con sus manos
una sombrilla sobre su cabeza. Estas eran gentilezas por parte de los pandavas, para
rendir honores a aquel que era para ellos más querido que sus propias vidas. Krishna
aceptó estos servicios con gran afecto. El carro recorrió una cierta distancia y cuando
llegaron a las afueras de la ciudad, los pandavas bajaron del mismo y Krishna, después
de despedirse afectuosamente de los cinco hermanos, viró el carro y se puso en marcha
hacia Dwaraka. Los hermanos permanecieron en pie siguiendo con la mirada el curso
del carro hasta verlo perderse en la distancia, pero en sus mentes aún persistía la imagen
de Krishna y el carro. Luego regresaron a Indraprastha con sus mentes absorbidas por
Krishna.
Maya estaba muy ocupado con los preparativos de la construcción del gran sabha. Se
dirigió a Arjuna y le dijo:
—Cerca de las grandes montañas Kailasa y Mainaka hay un lago llamado Bindusaras
y en ese lago yo enterré navíos llenos de joyas preciosas que ahora quiero utilizar en
la construcción del sabha. Iré allí a buscarlas. Hay una maza que le gustaría mucho a
Bhima y también hay una caracola llamada Devadatha que estoy seguro que te gustará.
Maya se despidió de Arjuna y fue al monte Kailasa. Bindusaras era el lugar sagrado
donde el río Ganges pasaba a través de los rizos del pelo del Señor Sankara. El agua caía
gota a gota, dando así nombre al lago. De este lago salían siete ríos: tres de ellos hacia
el este, tres hacia el oeste y el séptimo iba directo hacia Bhagiratha. El lago Bindusaras
era un lugar sagrado porque los sabios Nara y Narayana hicieron sus penitencias en
sus inmediaciones. Maya llegó al lago y cogió todas las joyas que había guardado
allí. También cogió la caracola y la maza. Tenía varios cientos de esclavos para que le
ayudaran a llevar las joyas a la ciudad de Indraprastha. Luego regresó y le ofreció la
maza a Bhima, y la caracola a Arjuna.
Inmediatamente comenzó la construcción del sabha. Quería hacer el sabha más bello
que jamás se hubiera visto en la tierra. Catorce meses le llevó edificarlo. Era en verdad
una obra extraordinaria. Superaba en esplendor a Sudharma, el sabha de Indra. En el
jardín, las flores florecían fuera o no fuera la época. Había lotos, jazmines, kurakavas,
sirishas, tilakas y kadambas; estas flores se daban sólo en ciertas estaciones concretas,
pero en el Mayasabha florecían juntas todas a la vez. Los muros del salón destellaban
y resplandecían con las piedras preciosas que estaban incrustadas en ellos. Se había
construido tan inteligentemente que sólo se podía ver el brillo de las joyas, pero no las
joyas mismas, a menos que uno se fijara expresamente. Maya se dirigió a los pandavas
y les dijo que el sabha ya estaba terminado. Les llevó dando un paseo y les mostró las
peculiaridades del gran salón. Todos quedaron asombrados.
Maya ya se disponía a irse, cuando le dijo a Arjuna: