Page 285 - Mahabharata
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3. En el bosque                                                                          265


               los nombres más venerables que la gente recordará en el futuro. En Kaliyuga, en la
               cuarta fase del tiempo, con tan sólo pronunciar tu nombre, la gente se ganará mi afecto.

               Cuatro nombres tendrán esta grandeza. El nombre del rey Nala el Nishada, tu nombre,
               el nombre de Sita la esposa de Shri Rama y el cuarto es el nombre de alguien a quien
               queréis mucho, Krishna. En cuanto a los palos del Arani que le robaron al brahmín, los
               robé yo. Quería traeros a este lago. Ahora podéis devolvérselos. También os concederé
               otro don. Ahora que vuestro exilio de doce años se ha acabado, os espera el último año,
               que es el más difícil. Todos lleváis puesta la armadura del Dharma. Os aseguro que por
               mi gracia nadie os podrá reconocer en ningún momento; podéis disfrazaros e ir a donde
               queráis. Nadie podrá descubrir vuestra verdadera identidad.
                   Yudhisthira estaba loco de felicidad por haberse encontrado con su padre, cayó a
               sus pies y los besó una y otra vez. Reclinó su cabeza sobre los pies de su padre y lloró
               incontroladamente. Luego, conteniéndose un poco, le dijo:
                   —¡Mi señor! No quiero nada más en esta vida, he visto tu bendita forma, he visto a
               mi padre. Recibiré con gratitud todos los dones que quieras otorgarme, pero, mi señor,
               yo no quiero ningún don más.
                   —Pídeme —insistió Dharma—. Te daré cualquier cosa que quieras. Yudhisthira le
               dijo:

                   —Mi señor, por favor, concédeme la victoria sobre mis seis enemigos mortales: lujuria,
               ira, avaricia, posesividad, arrogancia y envidia. Por favor, concédeme que mi mente esté
               siempre dirigida hacia la Verdad. No quiero nada más en este mundo.
                   Dharma sonrió a Yudhisthira y le dijo:
                   —¡Hijo mío, no hay necesidad de concederte algo que ya tienes! ¡Ya has conquistado
               a esos enemigos hace mucho tiempo! Id hijos míos y sed felices. Vuestros sufrimientos
               acabarán pronto. Estoy de vuestro lado; donde yo estoy, está la Victoria. Donde quiera

               que Krishna esté, yo siempre estaré con Él. Nada puede heriros mientras estéis conmigo.
               Que os vaya bien.
                   Los doce años de exilio habían llegado a su fin. Les faltaba un año, el año que
               tenían que estar ocultos y sabían que Duryodhana haría todo lo posible por descubrir su
               escondite y mandarles al exilio por otros doce años más. Este año amenazaba ser más
               difícil que los otros doce juntos. Pero no vacilaron. La afirmación del señor del Dharma
               dio nueva vida a los corazones de los pandavas, que comenzaron a estudiar los planes
               de su Ajnatavasa.
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