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Kamyaka. De allí continuaron hasta llegar a las orillas del río Yamuna. Cruzaron muchos
bosques y hermosos jardines hasta que llegaron a la frontera del reino de Matsya. Allí se
despidieron de Dhaumya. Yudhisthira le dijo:
—Por favor, ve a Panchala y quédate allí en la corte de Drupada; pero, por favor, no
le digas a nadie, ni siquiera a él, dónde estamos. Dile tan sólo que los pandavas han
iniciado su Ajnatavasa y que has sido enviado a su corte por orden mía. Dile sólo que
nos hemos ido de Dwaitavana.
—Así lo haré —dijo Dhaumya. Y a continuación invocó a los dioses para que bendi-
jeran a los pandavas y se marchó.
Los pandavas emprendieron el camino y después de andar durante largo rato, Drau-
padi dijo:
—Parece que la ciudad está muy lejos. Me encuentro extremadamente cansada,
descansemos y mañana por la mañana ya reemprenderemos el camino. No obstante,
Yudhisthira quería seguir un trecho más antes de detenerse, así que le pidió a uno de sus
hermanos que llevase a Draupadi en brazos. Nakula y Shadeva estaban ya demasiado
cansados y Arjuna tomó a Draupadi hasta llegar a las afueras de la ciudad; era una
delicia verle llevar a Draupadi. Cubierto como estaba con aquellas rudas vestiduras de
cortezas de árboles, parecía como una oscura nube de lluvia atravesada por el potente
fulgor del Sol al atardecer.
Capítulo II
YUDHISTHIRA EN LA CORTE DE VIRATA
HORA ya sólo les quedaba decidir dónde iban a dejar escondidas sus armas durante
A el año que tenían que pasar escondidos. Yudhisthira dijo:
—Si entramos en la ciudad con nuestras armas, llamará la atención de todos en las
calles; tenemos que pasar desapercibidos. El mundo está lleno de espías enviados por
Duryodhana. —Todos estaban de acuerdo en ese punto y Yudhisthira continuó—: Este
arco gandiva es demasiado conocido, nadie debe verlo; nadie debe vernos con nuestras
armas, porque la noticia llegaría inmediatamente a Hastinapura. Así que lo mejor que
podemos hacer es envolverlas todas cuidadosamente y dejarlas en algún lugar a salvo.
Después de que haya pasado este año regresaremos a por ellas.
Arjuna dijo:
—Este es el lugar donde se incineran los cadáveres de la ciudad, estamos en las
afueras. ¡Mira, mi señor, allí hay un enorme árbol Sami, su follaje es muy denso y sus
ramas son fuertes. Es gigantesco y tiene un aspecto aterrador, no creo que mucha gente
se atreva a acercarse a él. Envolvamos nuestras armas en una buena pieza de cuero y
hagamos con ellas una forma que parezca un cadáver. La colgaremos de una de las ramas