Page 295 - Mahabharata
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4. Virata                                                                                275


                   —Dices que eres un bailarín. Pero para mí tienes el aspecto de un guerrero, especial-
               mente de un arquero. Tus brazos y tu pecho me hacen pensar que si hubieras aprendido

               a usar el arco habrías sido un excelente arquero. Me gustas mucho. Dime, ¿eres medio
               mujer, como dices?, yo más bien creo que debes ser un arquero. Te confiaré mi reino, yo
               soy ya un hombre viejo. Quédate conmigo, serás como un hijo para mí. Te daré mi reino
               y todo cuanto poseo. Puedes gobernarlo, pareces estar preparado para ser un rey más
               que un bailarín.
                   Arjuna dibujó en sus labios una sonrisa tímida y encantadora y le dijo:
                   —Mi señor, la única cuerda que puedo hacer sonar es la cuerda de la vina, el único
               arte que conozco es el arte de la danza. Seré el tutor de Uttaraa, la princesa. Haré de ella
               la mejor bailarina del mundo.

                   El rey le dijo:
                   —Como tú quieras; puedes quedarte conmigo.

                   Mandó a buscar a su hermosa hija Uttaraa y le dijo que el recién llegado sería su
               compañero a partir de entonces y que él le enseñaría a bailar y a cantar. Luego, añadió:
                   —Él parece ser una persona de alta casta, no parece ser un bailarín ordinario. Trátalo
               con el respeto que se le debe a una reina y llévatelo a tus aposentos.

                   Arjuna estaba contento de ser el maestro de la dulce y encantadora hija de Virata.
               Las compañeras de Uttaraa también empezaron a aprender a bailar. Arjuna estaba
               disfrutando del Ajnatavasa más de lo que había pensado.
                   En una ocasión, el rey estaba inspeccionando sus caballos y, mientras paseaba en
               medio de ellos, vio a un hermoso hombre de tez morena observándolos con la expresión
               de alguien que los amaba. Virata pensó para sí: « Este es el hombre más hermoso que
               he visto, me atrae. Parece que ama a los caballos, los contempla como si los conociera a
               fondo, puedo verlo por el modo en que los mira, debo atraerle a mi presencia y averiguar
               quién es. » Cuando estaba pensando en llamarle ante él, Nakula se acercó al rey. Después
               de saludarle le dijo:

                   —He venido a tu ciudad con la intención de ganarme la vida. Soy un experto en el
               cuidado de caballos. Si me haces tu sirviente, te estaré agradecido.
                   Virata le dijo:

                   —Puedes encargarte de mis amados caballos, estoy contento de tener un experto que
               los trate con amor y cuidado. Estoy seguro que los dejaré en buenas manos, pero me
               parece que perteneces a una alta casta y no a la de un mozo de establo. ¿Cómo es que
               pides trabajo aquí? No creo que estés acostumbrado a trabajar, pareces más preparado
               para dirigir a otros.
                   Nakula sonrió pero no dijo nada. Virata le dijo:
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