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platos deliciosos. Quedaría muy complacido si me permitieras quedarme contigo para
deleitarte con mis exquisiteces.
El rey se quedó mirándole y le dijo:
—Joven, pareces ser demasiado bueno para el trabajo que me propones. Casi me
pareces un príncipe disfrazado. Me pareces más apropiado para dirigir un ejército
sentado sobre un elefante o en una carro. Tu cuerpo parece estar bien entrenado por el
ejercicio. No tienes aspecto de cocinero.
Bhima se echó a reír y luego le dijo:
—Tienes razón, mi señor. Yo no soy cocinero de profesión, soy un luchador. Puedo
derrotar a todos los luchadores del mundo. Cocinar es tan sólo mi ocupación favorita,
me proporciona un enorme placer. Me ocuparé de tu gimnasio; puedo entrenar a tus
soldados haciéndoles desarrollar sus cuerpos armoniosamente. Y también te serviré
como cocinero.
El rey le dijo:
—Me pareces una persona encantadora. Estoy feliz de tenerte conmigo. No tan
sólo serás mi cocinero, quiero poner a tu cargo la cocina, que supervisarás, y, además,
enseñarás a los cocineros todo lo que sabes. También tendrás a tu cargo el gimnasio.
Estoy muy complacido de tenerte conmigo.
Bhima le dijo:
—Te estoy agradecido, mi señor, por estas amables palabras. Mi nombre es Valala.
Me pondré al cargo inmediatamente.
Dos de los pandavas ya habían tenido éxito en su intento de encontrar un lugar donde
pasar disfrazados el año que les esperaba. La corte de Virata cobró un nuevo esplendor
desde que Yudhisthira estaba allí y Bhima estaba muy feliz de realizar las tareas que le
habían sido encomendadas.
Arjuna entró a la corte de Virata. Llevaba su pelo suelto y largo cubriéndole sus
hombros, también llevaba collares hechos de coral y perlas. Su forma estaba cubierta
de seda roja; tenía un aspecto encantador. Su atuendo femenino escondía su gloria pero
realzaba su belleza. Parecía la Luna durante un eclipse. Arjuna fue directo al trono del
rey y le dijo:
—Soy Brihannala, el bailarín. Soy muy diestro en todas las artes que una mujer
debería conocer. Nadie puede hacer guirnaldas de flores para el pelo como las que
yo hago. En cuanto a mi gracilidad en la danza y la música, la he aprendido de un
gandharva. No hay nadie que pueda igualarme en estas artes. Quiero quedarme en tu
corte y enseñar a tus hijas las bellas artes de la danza y la música. Espero que me aceptes.
El rey estaba complacido con sus modales y su forma de hablar, y le dijo: