Page 77 - Mahabharata
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1. El comienzo                                                                            57


                   En aquel bosque vivía Suka, el hijo de Sayati. No había arquero que se le pudiera
               comparar. Estaba haciendo austeridades en el valle de Satasringa y se ofreció voluntario

               para enseñar a los jovenzuelos el uso de las armas. Con tanto ahínco enseñó el rishi a
               los jóvenes príncipes que llegaron a ser maestros en el uso de las armas. Bhima era muy
               bueno con la maza, Yudhishthira con la jabalina, los dos mellizos con la espada, Arjuna
               se convirtió en un maestro del arco, disparaba con las dos manos con igual facilidad.
               Suka, complacido con la habilidad de sus discípulos dijo que habían llegado a ser ya
               tan buenos como su maestro. Y en su alegría le regaló a Arjuna su propio arco como un
               signo de aprecio.
                   El mismo día en que nació Bhima nació también el hijo mayor de Gandhari. Nació
               durante la noche y recibió el nombre de Duryodhana. Dhritarashtra estaba muy contento,
               mandó llamar a Vidura y le dijo:
                   —He oído que Pandu ya ha tenido un hijo y que es un año mayor que este hijo mío,
               por eso tengo miedo de que siendo el mayor se convierta en el legítimo heredero al trono
               de los Pauravas. ¿Crees que sucederá así? Además hay otra cosa que me inquieta y es
               que en el momento en que nació mi hijo, había algunos presagios de malos augurios y
               no entiendo por qué razón.
                   Vidura le miró con expresión consternada y le dijo:

                   —Hermano mío, estos malos augurios profetizan que tu hijo será la causa de la
               destrucción del mundo entero.
                   El rey se estremeció al escuchar estas palabras y dijo:
                   —¿Cómo podré evitar tal calamidad?

                   Vidura añadió:
                   —Sólo hay una forma; que sacrifiques a este niño para el bien de la humanidad,
               eso impedirá la catástrofe. Debes matarle. Los sabios dicen que alguien puede ser
               abandonado por el bien de una familia, que una familia puede ser abandonada por el
               bien de un pueblo, que un pueblo puede ser abandonado por el bien de una comunidad,
               y así sucesivamente; incluso el mundo puede ser abandonado por el bien de salvar el
               alma. Mi consejo es que abandones a este niño cuyos hechizos destruirán el mundo.
                   El pobre Dhritarashtra no podía hacerlo, era su primogénito. No pudo aceptar el
               consejo de Vidura.

                   Con el tiempo el rey ciego llegó a ser padre de ciento un hijos y de una hija llamada
               Dussala. El rey estaba muy feliz y todas sus preocupaciones quedaron sepultadas por el
               gozo de ser padre.
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