Page 82 - Mahabharata
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                   Ocultar la humillación de una derrota tras una cara sonriente es una forma de hipocre-
               sía que desarrollamos cuando nos hacemos mayores, pues la reacción natural de un

               niño es gritar y enfadarse con el ganador; pero así era como reaccionaban los hijos de
               Dhritarashtra ocultando su resentimiento ante la supremacía de Bhima. Bhima por su
               parte era algo fanfarrón con sus primos. Se divertía burlándose de ellos y humillándolos.
               Todo era como un juego de niños, pero el corazón de Duryodhana estaba lleno de ira,
               celos y profundo odio. Odiaba a su primo Bhima con toda la fuerza de su corazón, y
               buscaba los medios y la forma para vengarse de aquella humillación.
                   Era un niño corrompido. Hasta entonces había sido el único señor del palacio y el
               único heredero del afecto de su tutor, Bhishma. Esta intromisión por parte de sus primos
               era algo que no podía soportar. Sus rivales estaban siendo atendidos y cuidados por su
               amado tutor, quien hasta entonces había volcado sus cuidados tan sólo en él. Los celos le
               devoraban y a Bhima le odiaba a muerte.
                   Duryodhana era un niño egoísta y avaricioso, había heredado esas cualidades de su
               padre. No quería que sus primos prosperasen y pensó que con la muerte de Bhima su
               futuro como rey del país estaba asegurado.

                   Sakuni, su tío, era quien le incitaba al mal. Avivó la chispa del odio en el corazón de
               Duryodhana, la cual creció convirtiéndose en una llama devoradora, hasta llegar a un
               punto en el que sólo un sentimiento ocupaba el corazón de Duryodhana: odio hacia los
               pandavas en general y en particular hacia Bhima. Ya no era feliz ni podía conciliar el
               sueño.
                   Así pues; Sakuni y Duryodhana planearon un complot para matar a Bhima. Los
               muchachos habían ido a la orilla del río Ganges para pasar allí el día jugando. Era una
               fiesta campestre y cuando llegó la tarde, Bhima se sentía muy cansado y hambriento.

               Entonces Duryodhana le invitó a entrar en su tienda y él mismo le ofreció alimentos
               de los más exquisitos. Bhima era simple y no tenía maldad, nunca desconfiaba de los
               demás. Así pues, comió de los alimentos que le ofreció Duryodhana sin saber que les
               había puesto un veneno de los más mortíferos. Cansado, el joven Bhima se tumbó y muy
               pronto se quedó dormido. Entonces Duryodhana ató el cuerpo dormido de Bhima con
               lianas gruesas y fuertes y lo arrojó a las aguas del Ganges en un lugar en donde había
               muchas serpientes venenosas.
                   Cuando llegó la hora de regresar a la ciudad, Yudhishthira buscó a Bhima por todas
               partes sin poderlo encontrar, por lo que pensó que quizá ya se habría ido a la ciudad. En
               cuanto llegó a su casa le preguntó a su madre:
                   —¿Madre, está Bhima aquí?

                   Kunti viendo el rostro preocupado de Yudhishthira le respondió asustada:
                   —No, no ha regresado.
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