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Capítulo XVI
EL VATICINIO DE VYASA
OS cinco príncipes pandavas junto con su madre, escoltados por los rishis de Satas-
L ringa, llegaron a Hastinapura. La gente se sorprendía mucho al verlos. La noticia
llegó a oídos de Bhishma y Dhritarashtra, los cuales se acercaron a las puertas de la
ciudad para recibirlos.
Hacia allí se dirigieron Dhritarashtra, Bhishma, Bahlika, el hermano de Santanu, su
hijo Somadatta, el sabio Vidura, Satyavati, Ambalika, Ambika, Gandhari, y otros famil-
iares, acompañados de un enorme séquito. Y en las puertas de la ciudad se encontraron
con Kunti y los cinco príncipes pandavas acompañados por los rishis, a quienes honraron
con reverencias. Los rishis contaron la historia del nacimiento de los pandavas a todo el
cortejo de los kurus que había venido a recibirles. También les contaron su educación
en el bosque hasta la reciente muerte de su padre Pandu junto con Madri. Después
añadieron:
—Os hemos traído a estos jóvenes que son la esperanza de la casa de los kurus y
junto a ellos su madre. Depende de vosotros, Bhishma y Dhritarashtra, el cuidar de estos
niños que se han quedado sin padre. —Y después de decir esto los rishis se fueron.
Bhishma se quedó apenado y mudo en cuanto supo que ya no podría ver de nuevo a
su joven sobrino Pandu, mientras que Dhritarashtra estaba triste por la pérdida de su
hermano y compañero. Recordando con nostalgia aquellos días de su niñez en los que
Pandu le hacía olvidar su ceguera con su cariño y amor, le brotaron lágrimas de sus ojos.
Ambalika, la madre de Pandu, lloraba inconsolable por la pérdida de su hijo.
Luego todos regresaron al palacio. Dhritarashtra le encargó a Vidura que hiciera
los preparativos para el funeral real por la muerte de Pandu. Vyasa vino a presidir la
ceremonia.
Cuando hubo acabado todo, Vyasa se acercó a su madre Satyavati y le dijo:
—Madre, los días felices se han acabado. A la casa de los kurus le esperan días
espantosos y terribles. Día a día se irán acumulando pecados. El mundo ya ha pasado la
época de su juventud. Dentro de unos pocos años, el pecado morará en la mente de tu
querido nieto Dhritarashtra y en la de sus hijos. Habrá una gran aniquilación. Madre,
tú no tienes suficiente fuerza como para soportar el espectáculo de ver a tus biznietos
destruirse unos a otros; ¡sí! destruyéndose en una gran guerra. ¿Por qué permanecer
aquí?; retírate al bosque y abandona este mundo.
—Que así sea —dijo Satyavati. Le contó su decisión a Ambika y a Ambalika y les
preguntó si querían venirse con ella. La verdad era que el destino había sido duro con
estas tres mujeres. Ya no tenían ningún deseo de permanecer por más tiempo en aquella