Page 188 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Precedentes monásticos de la oración litúrgica 177
estar ocupado continuamente en el recuerdo de Dios, durante los mo-
mentos de tiempo libre y en los consagrados al trabajo manual (1).
Veamos, por consiguiente, si de esta forma única e indiferenciada
de oración pudieron nacer luego en el islam los diversos ejercicios que
Abenarabi recomienda en sus opúsculos.
Aunque los islamólogos discutan el origen histórico de algunos de
los ritos que implica la oración musulmana obligatoria, es innegable
en conjunto su abolengo cristiano. Sus cinco horas canónicas, distri-
buidas entre el día y la noche, equivalen grosso modo a las cinco que
también tenía el oficio divino entre los monjes de Siria y Mesopotamia
en el siglo v de nuestra era; y los actos que cada oración comprendía,
rezos, genuflexiones, postraciones, precedidos de ablución y realizados
en dirección a la Meca, tienen también su precedente y modelo en ritos
muy análogos de la plegaria judía y cristiana (2). Duchesne ha de-
mostrado que la recitación cotidiana del oficio divino, introducida en
la iglesia naciente como ejercicio devoto, exclusivamente propio de
los ascetas seculares, pasa a ser progresivamente, primero, ley ritual
común de todos los fieles, y por fin viene a convertirse en un deber
(officium) u obligación exclusiva de los clérigos y monjes, a partir
<del siglo v, cuando por la relajación del fervor primitivo hubiera sido
excesiva pretensión la de exigir a los seglares la asistencia regular
diaria a las cinco horas canónicas en e! templo (3). Ahora bien, ca-
balmente en esos siglos en que la oración ritual pierde en la iglesia
cristiana su carácter de ley común del pueblo fiel, es cuando el islam
la adopta con ese mismo carácter obligatorio, como si su fundador
hubiese querido hacer de todo muslim un clérigo o monje de la igle-
sia cristiana, pues que a todos incumbe el precepto de recitar las cinco
horas canónicas, dentro de la mezquita o fuera de ella, si sus obliga-
ciones seglares no les permiten asistir al templo.
Abenarabi no presta grande atención a esta primera y elemental
(1) Besse, 319-354; Poulain, 38-43.
(2) Cfr. Goldziher, Le dogme et la loi de l'islam, 12; Besse, 332-340; Du-
chesne, Origines du cuite ehrétien (París, 1908), 455.
(3) Duchesne, op. cit., 458.
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