Page 184 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Su introducción en  el islam español  173
       tidiano de conciencia (mohasábat al-nafs), conforme al método mis-
       mo que hemos visto seguido en el oriente cristiano e islámico. Gracias
       a sus confesiones autobiográficas conocemos,  pues,  la importancia
       que Abenarabi daba a este ejercicio de piedad y la parte personal que
       tuvo en perfeccionarlo: sus maestros no anotaban en el cuaderno de
       examen más que las imperfecciones o defectos de palabra y obra en
       que podían haber incurrido durante el día; Abenarabi añadió las ideas,
       deseos y propósitos, dignos de corrección o enmienda, y, además, la
       intención con que los actos externos se realizan. El ejercicio compren-
       día dos partes, como en el ascetismo cristiano oriental: por la mañana,
       consignábanse en el cuaderno cuantos defectos de pensamiento, pala-
       bra y obra debía el devoto evitar; por la noche, antes de acostarse,
       traía a la memoria cuanto había hecho, hablado o pensado y coteján-
       dolo con las notas del cuaderno veía en qué casos había ofendido a
       Dios, para imponerse la congruente penitencia acompañada de actos
       de arrepentimiento, o en qué casos había cumplido fielmente sus pro-
       pósitos para darle gracias a Dios por ello. A estas indicaciones es muy
       poco lo que añade Abenarabi en sus opúsculos. Limítase en el Amr a
       definir el ejercicio del examen y a ponderar en el Cunh su utilidad es-
       piritual (1).
         "Adquiere ia convicción—dícele Abenarabi  al novicio—de que en
       el mundo no existe nadie más que El (Dios) y tú." (2). Este profun-
         (1)  Cfr. Amr, 108; Cunh, 45. Se ve, pues, que esta práctica, de origen cris-
       tiano bien antiguo, se propagó en dos direcciones: una, pasando  al monacato
       musulmán  oriental  y  occidental;  otra,  al monacato  cristiano  occidental.  Así
       reaparece en San Ignacio de Loyola que la recomienda en sus Ejercicios. No
       puede, por lo tanto, asegurarse que éste necesitase copiarla del islam. Tal fué
       mi conclusión, hace veintisiete años, cuando desfloré  el tema en mi Bosque-
       jo de un diccionario técnico de filosofía y  teología  musulmana  (Zaragoza,
       "Rev. de Aragón".  1903). Massignon en su Essai  (op.  cit., pág. 53, nota 2)
       desnaturalizó mi pensamiento (por error, sin duda, en la interpretación de mis
       palabras) y me atribuyó  la hipótesis de un plagio del examen particular, rea-
       lizado de propósito por San Ignacio, como si éste hubiera tenido ante sus ojos
       una traducción del texto árabe de El Sohrawardí.
         (2)  Tadbirat, 232:  y* >J\\jo-\ ¿y><¿\ j L ¿I
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