Page 204 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Requisitos de la oración de soledad  193
        ción tan palmaria de la vida monástica, como lo son en la iglesia cató-
        lica los ejercicios espirituales que los simples fieles practican durante
        una o varias semanas en un monasterio, convento o templo, singular-
        mente al fin de la cuaresma.
          Pero el iíicaf, además, se practicó en el islam por los sufies en una
        forma más rigurosa y habitual, que tomó el nombre de soledad o jalwa,
       y cuyo método ofrece pormenores de analogía, todavía más estricta que
       el iticaf, con la vw de los reclusos o solitarios del monacato cristiano.
       Abenarabi lo describe en dos de sus opúsculos, Tohfa y Anwar, que
        son, como vimos, de los redactados en oriente, después de su salida
       de España. Los ascéticos hispanomusulmanes no conocían  o,  al me-
       nos, no practicaban este método,  si hemos de juzgar por  el silencio
       que guardan respecto de él. Las reservas y precauciones con que Abe-
       narabi procede al recomendar su uso comprueban que, para él como
       para los ascetas españoles, se trataba de algo exótico, cuya eficacia
       espiritual no estaba garantizada por tradicional experiencia. No lo re-
       prueba, sin embargo, como vimos condenaba el canto religioso; pero
       si transige con él y hasta lo recomienda, es tan sólo para los que as-
       piran a la contemplación más alta, que es patrimonio de una exigua
       minoría. Al director espiritual incumbe, pues,  la responsabilidad de
       esta selección, porque no todo novicio ni muchos profesos reúnen las
       dotes indispensables de temperamento, espiritualidad y sólida instruc-
       ción. Son, en efecto, necesarias ciertas condiciones de aptitud remota
       y de preparación próxima para su eficacia (1).
         Ante todo,  el ejercicio de la oración de soledad preexige una total
       purgación del alma, mediante la disciplina ascética, porque sin previa
       mortificación no se logra la iluminación, que es el fruto de la soledad.
       Ni basta tampoco esta aptitud, meramente negativa, que  el método
       purgativo engendra; es además preciso haber dado ya los primeros pa-
       sos positivos en el camino de la perfección, mediante el logro de tres
       virtudes:  abstinencia (waraa),  austeridad  (zohd)  y abnegación  o
       abandono en Dios (tawácol). Esta última morada, esencialmente cris-

         (1)  Cfr. Tohfa, 8-9; Anwar,  13-17.
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