Page 207 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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196       Parte  II. —  Doctrina espiritual de Abenarabi
       baja, cual  si !a frase negativa "No hay Señor" fuera emitida debajo
       del ombligo, y la frase afirmativa "sino Dios" como extraída del co-
       razón.
          Esta peregrina gimnasia rítmica de los miembros, extraña a toda
       la tradición  cristiana, denuncia además un origen que tampoco es
       musulmán.  Inútil buscarle precedentes  entre  los monjes de Egipto
       o de la Siria. Más inútil aún intentar encontrarlos en las auténticas
       tradiciones del islam primitivo. Pero el islam penetró en la India— ya
       lo dijimos al estudiar  el canto religioso — y mutuas interferencias de
       contagio entre aquél y las religiones indígenas aparecieron muy pron-
        to. La doctrina védica de los Upanishad ponía la meta de la perfec-
       ción y de la felicidad en la concentración del espíritu por eliminación
       de toda idea que no sea la del Ser Absoluto, y los adeptos del sistema
       yoga practicaban para llegar a esa meta un cierto método de autosu-
       gestión hipnótica, muy semejante al prescrito por Abenarabi: sentado
        el yogui en cuclillas, inmóvil, con la vista fija y la atención puesta en
        la sílaba om, nombre esotérico de Brahma, caía en éxtasis por pérdi-
        da de  la conciencia. Una disciplina del aliento, verdadera gimnasia
        rítmica de la inspiración y espiración, era practicada por Patanchali
        para llegar al mismo término. Samarcandí en  el siglo xm realiza en
        su Amratkund la hibridación árabe de esta disciplina extática de los
       yoguis con  el método sufí de la oración de soledad. Y es altamente
        sintomático que en ese libro se cite a Abenarabi como autoridad para
        dar valor islámico a la imitación  (1).
          El mecanismo psicológico de la oración de soledad se reduce, se-
        gún Abenarabi (2), a un proceso de memoria (dzicr), primero, ver-
        balista, y al fin, intelectual: al principio del ejercicio, la memoria ima-
        ginativa representa al alma la forma de la palabra, oral o escrita, cuyo
        recuerdo conserva,  tras su audición o visión, respectivamente; pero
        pronto, esa remembranza material y figurada se eleva a la condición

          (1)  Cfr. Chantepie, op.  cit., 351, 362; Massignon, Essai, 42; Journal Asia-
        tique (oct. dic, 1928): Yousof Husayn, La versión árabe de V Amratkund.—-Por
        otra parte, consta que Abenarabi trató a los ascetas indios. Cfr. Mohadara,  II, 23.
          (2)  Fotuhat,  II, 200.
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