Page 216 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Doble explicación del carisma 205
con la mirada produce asimismo fenómenos análogos. Dígase lo pio-
pio del influjo maravilloso de la audacia, del terror pánico, de la voz
humana, del canto, de la música instrumental: todas estas causas na-
turales engendran emociones y estados de alma, que en mayor o me-
nor grado maravillan por su anormalidad. En todos estos casos, pues,
vemos cómo ciertas fuerzas o energías psíquicas realizan, dentro y fue-
ra del sujeto, efectos físicos preternaturales. Ahora bien, Dios, creador
y causa eficiente única de todo cuanto existe, sírvese de tales faculta-
des o fuerzas psíquicas, comunes al profeta, al santo y al hombre vul-
gar, como de medios u ocasiones para realizar el milagro y el prodigio
o carisma.
Esta explicación del proceso taumatúrgico es, bien se advierte,
naturalista en el fondo: entre el milagro o carisma y esotros fenóme-
nos maravillosos, pero explicables por la psicología natural, no existe
más que una diferencia de grado. Pero si Abenarabi recurre a esta ex-
plicación naturalista, es tan sólo a guisa de argumento polémico para
convencer a los incrédulos y racionalistas de la posibilidad del mila-
gro (1). Otra teoría explicativa, de tipo místico, es la que luego em-
plea, para hacer asequible directamente—sin preocupaciones polémi-
cas—la esencia y causa del carisma. Al modo que el fuego purifica al
oro en el crisol y lo volatiliza, el alma, purgada por la mortificación
ascética, al calor de la gracia, en el crisol del cuerpo, se volatiliza tam-
bién, y sin abandonarlo totalmente se eleva etérea hasta el mundo es-
piritual del cual procede, para readquirir allí por virtud divina las do-
tes prístinas de su origen angélico—invisibilidad, ligereza, energías
preternaturales, iluminación— que la hacen apta para realizar los pro-
digios carismáticos. El alma humana y el espíritu angélico son de la
misma naturaleza. Sólo la unión con el grosero organismo corpóreo es
la que priva accidentalmente al alma humana de aquellas sus nativas
dotes etéreas. La mortificación ascética, al domeñar al cuerpo, libera
al alma de su prisión y la angelifica.
(1) Esta explicación, efectivamente, había sido ideada por los falasifa o
peripatéticos del islam, y singularmente por Avicena. Cfr. Asín, Algazel,
op. cit., 779-787.