Page 228 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Sus tres formas: revelación, iluminación, contemplación  217
       gracias gratis datas, que Dios otorga gratuita y libremente. Eso no
       obsta, claro está, para que en el orden de su providencia haya estable-
       cido una cierta gradación progresiva para comunicar a las almas estos
       sus dones interiores, a medida que se elevan a moradas más altas de
       perfección y virtud.
         Aparte de estas diferencias de grado, puramente cuantitativas,  la
       intuición mística recibe también nombres diferentes, por razón de las
       formas, etapas o maneras de realizarse en el alma el proceso intuitivo.
       Tres son las principales que Abenarabi emplea, siguiendo el tecnicis-
       mo tradicional de los místicos musulmanes: revelación, iluminación y
       contemplación. Estas tres formas, aunque distintas cualitativamente, se
       mezclan entre sí unas con otras, dándose a la vez en el mismo sujeto
       dos o más de ellas, dentro de una misma morada. El ritmo de esta
       mutua interferencia de las tres formas de intuición mística formúlase
       por Abenarabi con arreglo a la ley siguiente:  la revelación se puede
       dar, sin iluminación y sin contemplación; pero estas dos no se dan sin
       la primera; en cambio, la contemplación y la iluminación son siempre
       independientes entre sí una de otra (1). Examinemos, ahora, separa-
       damente el mecanismo de cada una de ellas. Para su explicación en-
       tran en juego los símbolos neoplatónicos y cristianos de la luz, el es-
       pejo y los velos.
         La revelación mística (mocáxafa)  es la <hcoxoA.ó<Jh<; de los alejan-
       drinos y de la teología joánica: la Majestad divina es incognoscible
       para  el alma, porque se le oculta tras los velos de las cosas criadas;
       toda criatura, así del mundo corpóreo como del espiritual, es a la ma-
       nera de un cendal que impide al alma penetrar en el secreto de las rea-
       lidades divinas; el abismo metafísico que separa al Creador de la cria-
       tura, al Ser eterno y absoluto del ser temporal y relativo, se ejemplifi-
       ca bajo este símbolo de los velos. Sólo, pues, cuando el alma, por el
       combate ascético, va desdeñando y separando del horizonte de su con-
       ciencia a las criaturas que como velos  le impiden llegar a Dios, es
       cuando la supresión de esos velos le descubre los misterios espiritua-

         (I)  Tohfa,  14.
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