Page 231 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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220        Parte  II. — Doctrina espiritual de Abenarabi
        monstrationum lo reproducirá literalmente bajo la alegoría de la can-
        dela, un siglo después, y quizá de él lo tomara  el franciscano belga
        Herph que en el siglo xv lo vuelve a emplear en su Directorium, como
        Osuna en su Tercer Abecedario, en  el siglo xvi (1).
          Otros símbolos del proceso iluminativo emplea Abenarabi, a más
        de este de la lámpara, tomados de la visión en sueños y del espejo
        bruñido del alma en el cual se reflejan las luces divinas; pero ninguno
        de ellos desentraña, como era de esperar, el misterioso mecanismo de
        este fenómeno preternatural.
          Más explícito es  al escudriñar sus concomitantes  psicofisiológi-
        cos (2). La iluminación divina, a este respecto, puede acaecer por me-
        diación de! espíritu o inmediatamente de Dios mismo. En el caso pri-
        mero, cuando la luz divina llega al alma a través del espíritu animal,
        como éste es criatura temporal y finita, no puede soportar el brillo in-
        tenso y vivo del Ser eterno e infinito que le abruma y ofusca con sus
        resplandores, y el desfallecimiento del espíritu refluye sobre el cora-
        zón, determinando el éxtasis, cuya inconsciencia va precedida de in-
        quietud espiritual. En cambio, en  el segundo caso, cuando es Dios
        mismo quien directamente alumbra al alma, el concomitante fisiológico
        ya no existe, y el éxtasis va precedido y acompañado de espiritual quie-
        tud y reposo. Un análisis más menudo de los pródromos antedichos
        trae el Fotuhat (3), que ayuda a completar  el proceso del fenómeno
        en su totalidad. Al embestir al alma la divina luz, aduéñase del sujeto
        cierta pesadez espiritual, debilidad y lentitud de movimientos; es algo
        semejante a las angustias de la muerte; pero no tiene su raíz en la
        complexión física, sino que nace del temor reverencial, ante la perspec-
        tiva de Dios, cuya presencia se adivina. Si la iluminación va precedida
        del divino coloquio, la pesadez espiritual es todavía más abrumadora,

          (1)  Cfr. Asín, La psicología según Mokidín Abenarabi, op.  cit, 62-63, y
        Abenmasarra, op.  cit., pág. 159.—Véase a Groult, Les mystiques des Pays-Bas
        et la litterature espagnole da XVI siécle (Louvain, 1927), págs. 140-141, que cita
        los textos de Herph y de Osuna en que se contiene  el símil dicho, cuyo origen
        luliano y musulmán escapa a Groult.
          (2)  Cfr. Tohfa,  13.
          (3)  Cfr. Fotuhat,  II,  138.
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