Page 234 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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La contemplación: sus símbolos y grados  223
       cuya contemplación engendra deleite sensible; finalmente, como luz
       metafísica, sin modalidad alguna ni analogía con las luces creadas.
       Este grado último es el de la contemplación inmediata y estable de la
       Divinidad, que se representa en el espejo del corazón de dos maneras:
       la una se llama contemplación iluminante y tiene por objeto los atribu-
       tos de la hermosura divina (chamal); la otra se llama contemplación
       comburente y tiene por objeto los atributos de la majestad de Dios
       (chalal); sus luces son tenebrosas y por eso engendran en el alma la
       oscuridad del éxtasis inconsciente. Pero aunque esta última parezca
       ser la más alta manera de contemplar por razón de su objeto, en cam-
       bio, por la inconsciencia que la caracteriza, es menos perfecta que la
       contemplación, en que el sujeto conserva el conocimiento de sí mismo.
       Más aún; según Abenarabi, aquella manera,  la comburente, es tan
       inútil para el sujeto, como el sueño profundo sin ensueño, del cual se
       sale, al despertar, vacía el alma de todo recuerdo. Sólo es, pues, per-
       fecta y auténtica la contemplación, cuando el sujeto contempla a Dios
       con conocimiento representativo y experimental, es decir, lo ve y lo
       siente, a la vez que se contempla a sí propio con conocimiento repre-
       sentativo, pero no experimental, es decir, se ve a sí mismo en Dios,
       aunque sin darse cuenta de su propio existir (1).
          De un cierto estado de contemplación habla también Abenarabi,
       que no parece ser fruto eventual y transitorio de la oración, sino más
       bien algo así como ambiente general y constante de las almas perfectas
       que andan siempre en  la presencia de Dios, aun dentro de los me-
       nesteres de la vida ordinaria. Tres son las maneras que ofrece: ver a
       las criaturas en Dios; ver a Dios en las criaturas; ver a Dios sin las
       criaturas. De todas tres, la última es, para Abenarabi, la más alta con-
       templación, no sólo por la certeza que la caracteriza, sino porque ob-
       jetiva y realmente es la que tiene más sólidos fundamentos en la doc-
       trina teológica: si Dios es luz y la criatura oscuridad, no cabe en modo
       alguno conciliar en el alma la simultánea contemplación de uno y otra,
       como tampoco cabe simultanear la visión del día y de la noche; luego

         (1)  Tohfa, 12 y Mawaqui, 28.
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