Page 230 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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La iluminación y sus símbolos 219
y futuros, ausentes y ocultos; 5.', secreta o del misterio, que descorre
ya los velos de los atributos divinos. Subdivídense éstos en dos gru-
pos: atributos de hermosura (chamal) y de majestad (chalal). Cada
uno de ellos, al revelarse, descubre al alma los misterios correspondien-
tes a su significado. Así, v. gr., el atributo de la sabiduría divina, al
descubrirse, permite conocer las ciencias teológicas; el del oído, los
misterios de la palabra divina; y así los demás atributos de hermosu-
ra. Igualmente, los de majestad, v. gr., el atributo de la eternidad en-
gendra en el alma, al revelarse, la presencia de Dios permanente; el
de la unidad, la unión con Dios, etc. Los de hermosura producen, ade-
más, al revelarse, deseo apasionado de contemplar la belleza divina,
mientras los de majestad determinan la inconsciencia del éxtasis (1).
La iluminación (tachali) es otra de las formas que adopta la intui-
ción mística. Es la fiel traslación — este término — del griego cpamanoQ
de los alejandrinos. Como ya insinuamos, su contenido viene a ser el
mismo; tan sólo difiere de las otras formas cualitativamente. En ésta
entra ya en acción el símbolo de la luz, en lugar del de los velos. Con-
cíbese el fenómeno como una aparición o manifestación luminosa de
Dios y de las cosas espirituales y divinas. La metafísica plotiniana y su
heredera en el islam, la metafísica de los ixraquíes o iluministas, pro-
fesada por Abenarabi, considera a Dios como un foco de luz, cuyas
irradiaciones (tachaliat) son las criaturas. Todo ser, en cuanto ema-
nación de Dios, es más o menos luminoso. El alma humana es también,
por lo tanto, una luz, aunque amortiguada por su unión con el cuerpo
y oscurecida por el pecado; queda siempre, no obstante, en ella, como
en el pábilo de la lámpara recién extinguida, un poco de lumbre, del
cual sale algo parecido al humo, que tiende por su naturaleza a subir
hacia arriba; si sobre ese humo, que del pábilo sube, se pone la viva
llama de una lámpara encendida, descenderá inmediatamente la luz
por el humo y prenderá en el pábilo. Este símil es, según Abenarabi,
el más sugestivo para ejemplificar de manera plástica el proceso mís-
tico de la iluminación divina (2). Lulio en su Líber mirandarum de-
(1) Tohfa, 12-13.
(2) Fotuhat, II, 194-196.