Page 239 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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228       Parte  11. —  Doctrina espiritual de Abenarabi
        por medio de sus facultades: es Dios, y no  el místico, quien ve, oye,
        piensa y quiere con las facultades de éste. En el 3.°, la conciencia de
        la personalidad del sujeto se desvanece, engolfado  el espíritu en  la
        contemplación de Dios y las cosas divinas:  el sujeto pierde ya la idea
        de que él es quien contempla. En el 4.°, ya no se da cuenta de que es
        Dios quien en  él y por él contempla. En  el  5.°, la contemplación de
        Dios enajena al alma de todo lo que no es E!. Hasta este momento,
        todavía el místico no había perdido la conciencia del mundo exterior,
        pues las cosas creadas eran para él rastros o manifestaciones de Dios;
        pero en este grado quinto, ya la abstracción se extiende a todos los
        elementos subjetivos y objetivos, internos y externos, de su concien-
        cia: Dios es contemplado ya, como exento de toda relación con el suje-
        to y con el mundo, es decir, con cuanto no es Dios mismo. En el G.° gra-
        do, el campo de la conciencia restríngese más todavía: los atributos
        divinos se desvanecen, y sólo Dios, en cuanto Ser Absoluto, sin rela-
        ciones ni predicados ni nombres, se manifiesta al extático en su con-
        templación (1).
          Pero antes de perder por completo la fuerza representativa de la
        propia conciencia a través de esta gradual inhibición, experimenta  el
        místico fenómenos emocionales que Abenarabi describe también (2).
        Trátase de un sentimiento de espiritual dulzura y beatitud, que a ve-
        ces trasciende al sentido del gusto corporal y que determina, por la
        fuerza misma del deleite sensible, cierta languidez o relajación en las
        articulaciones de los miembros, los cuales quedan desfallecidos y como
        bajo  el peso de una fatiga suave, que los liga, privando al alma del
        ejercicio de la libertad para moverlos. La ligadura de los miembros y
        la inhibición de sus movimientos cesa, así que la emoción de dulzura
        desaparece. Su duración no es fija: puede ser transitoria y prolongada.
        Abenarabi dice haberla experimentado, a veces, días enteros sin cesar;
        pero también hubo casos en que tan sólo una hora la sintió. La natu-
        raleza de tal emoción es inefable, porque no se asemeja a ninguna de

          (1)  Fotahat,  II,  675-678.  Cfr. Anwar,  18,  19,  23,  24; Mawaqui,  145,  176:
        Tohfa, 6,  16.
          (2)  Fotuhat,  II, 666.
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