Page 240 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Fenómenos patológicos      229
       las sensaciones de dulzura física o ideal que  el hombre acostumbra
       a sentir. Sólo cabe decir de ella que, siendo de índole espiritual, aun-
       que más intensa y sublime que todos los deleites ideales, refluye sobre
       la sensibilidad orgánica, como si fuese, a la vez que espiritual, física.
       Otro de sus caracteres distintivos es el de su rica variedad: la dulzura
       de un éxtasis difiere de la de otro, tanto como la del azúcar, por ejem-
       plo, se diferencia de la de la miel. El fin providencial que Dios intenta
       lograr, al infundir al alma este espiritual deleite, es obvio: en las etapas
       graduales de la marcha del alma hacia la unión con solo El, estas sen-
       sibles consolaciones son premio transitorio,  al par que vivo estímulo
       para ascender en grado de perfección y adquirir una contemplación de
       las cosas divinas, cada vez más elevada. Porque no hay que olvidar
       que  el fruto más preciado de la vida mística se cifra en la intuición
       y unión transformante: el deleite de sensible dulzura va siempre aso-
       ciado a los fenómenos representativos de revelación, iluminación y con-
       templación de Dios.
         Otro género de fenómenos concomitantes y aun subsiguientes  al
       éxtasis es ya de índole patológica (1). Abenarabi trae casos típicos de
       sugestión hipnótica, de rapto y levitación, de catalepsia, de desdobla-
       miento de la personalidad, de letargo, de automatismo y hasta de locura.
       Pero no siempre ni todos los místicos reaccionan de la misma manera
       frente a la eventual vehemencia del trance extático. En tres grupos los
       clasifica Abenarabi a este respecto:  1.°, aquellos para quienes el toque
       divino es superior a sus fuerzas y los subyuga y domina en tal forma,
       que quedan privados de toda autonomía y libertad, mientras  el trance
       dura, y a veces, toda su vida; 2.°, los que conservan el discernimiento,
       pero tan sólo para la satisfacción de sus necesidades fisiológicas, al
       modo de animales irracionales, porque el alma extasiada en  la con-
       templación de la hermosura divina, obra en lo exterior por instinto
       irreflexivo; 3.°, aquellos que, pasado el trance, vuelven al uso de razón
       como hombres normales. A estos  tres grupos hay que añadir  el de
       aquellos místicos que en el éxtasis no dan muestra exterior alguna de

         (1)  Fotuhat,  I. 225, 288, 322-326.
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