Page 223 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 223
21-' — Parte II. — Doctrina espiritual de Abenarabi —
dan ocultos en lo más secreto de su espíritu los divinos favores, mien-
tras exteriormente viven y se comportan como los simples fieles, rehu-
yendo toda singularidad y la vana ostentación de las gracias con que
Dios los distingue (1).
El lector experto en achaques de espiritualidad creerá reconocer en
el tono de estas austeras sentencias un eco fiel de los sagaces y pro-
fundos axiomas de nuestros grandes místicos, de un San Juan de la
Cruz o de una Teresa de Jesús, para los cuales también los carismas,
sobre todo los físicos, son pruebas, más que favores, con que Dios
quiere ver si está purgada el alma de todo apego a lo sensible, o si,
por el contrario, estima en más que a Dios las consolaciones que Este
le envía, creyéndolas mérito condigno de sus virtudes, antes que gra-
tuito don de su amorosa misericordia (2). La coincidencia es tan es-
tricta, que ella sola basta para borrar la impresión ingrata a que arri-
ba aludíamos: Abenarabi, a la luz de estos principios, se nos revela
ya como un precursor de los mystici majores de la iglesia católica, más
que como un vulgar milagrero del tipo de los faquires orientales.
¿Cómo explicar esta su maravillosa filiación cristiana? El nexo,
como siempre, reaparece consultando la historia del monacato cristia-
no oriental (3). En él, efectivamente, se perpetuó la doctrina y la vida
carismática de la iglesia naciente, que San Pablo dictó y describió al
vivo en sus Epístolas. En lauras y cenobios, los eremitas y los monjes
gozaron, como los cristianos de los primeros siglos, de análogos do-
nes preternaturales, externos e internos. El abad Patermucios andaba
Cfr. Fotuhat, III, 44.
(1)
Cfr. Avisos y sentencias espirituales de S. Juan de la Cruz (BAE,
(2)
XXVII, pág. 250, núm. 79): "Muchos hay que andan a buscar en Dios su con-
suelo y gusto, y a que les conceda su Majestad mercedes y dones; mas los que
pretenden agradar y darle algo a su costa (pospuesto su particular interese), son
muy pocos." Ibid. (pág. 248, núm. 34): "El alma que pretende revelaciones
peca venialmente por lo menos..., porque no hay necesidad en nada de eso."
Ibid. (núm. 35): "El alma que apetece revelaciones de Dios va disminuyendo la
perfección... y abre la puerta al demonio para que la engañe en otras seme-
jantes, que él sabe bien disfrazar para que parezcan las buenas." Cfr. Subida
del monte Carmelo, libro II, cap. 11 y 16.
(3) Cfr. Besse cap. XXIII.