Page 252 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Virtudes preparatorias del amor divino 241
de las más sublimes moradas. Por eso se detiene a enumerarlas una
por una analizando el contenido de todas ellas. Es la primera virtud
preparatoria la imitación del Profeta, tipo, para él, de toda perfección;
sigue en orden la penitencia; la pureza de corazón viene después, con-
cebida como la negación de toda vanidad y soberbia espiritual; purga-
do el corazón propio, debe entrar en función la caridad fraterna, a fin
de ejercitarse con celo en la purificación del prójimo o sea en la sal-
vación de las almas; la paciencia en las adversidades y la gratitud a
los divinos beneficios son dos nuevos peldaños para elevarse hasta el
amor; la presencia de Dios, como ambiente general y constante de la
vida mística, y el combate espiritual, como condición ineludible para
conservar la purgación, son medios auxiliares de preparación próxima
y remota; el amor de todas las criaturas, como espejos de la hermo-
sura divina, es, finalmente, el preámbulo inmediato de la unión amoro-
sa con Dios mismo (1).
Pero ¿cuál es la naturaleza de este amor? ¿Cuáles sus estímulos
o causas determinantes? ¿Qué estados de alma lo integran y qué efec-
tos produce? Una sutilísima teoría metafísica del amor divino, cons-
truida sobre datos psicológicos del amor profano y articulada con los
postulados de su doctrina panteísta, sirve a Abenarabi para dar solu-
ción, no siempre exenta de paradojas y aun de incoherencias lógicas,
a todos esos problemas.
Ante todo, el amor, considerado en sí mismo, es decir, en general
y al margen de sus varios objetos posibles, recibe diferentes nombres
según los momentos del proceso psicológico y los estados afectivos
que lo caracterizan. Es el primero la mera simpatía (hawa), que no
es más que una inclinación o tendencia afectuosa hacia el amado, na-
cida de una fugaz mirada, de una simple palabra oída, de un favor
recibido. La simpatía, cuando nace de los ojos, es, a pesar de lo etéreo
del vehículo, mucho más eficaz que en los otros casos, pues la palabra
siempre es falaz y el favor está expuesto a olvido. Transportada a lo
divino, la simpatía nace en el alma de la fe en la palabra de Dios:
(1) Fotuhat, II, 450-456.
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