Page 257 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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24b Parte II. — Doctrina espiritual de Abenarabi
Creador se nos disfraza, para que le amemos, bajo las apariencias de
la bella Zeinab, de Soad, de Hind, de Leila, de todas las amables don-
cellas cuyos físicos atractivos los poetas cantaron en elegantes versos,
sin sospechar siquiera lo que sólo los místicos iluminados entienden,
es decir, que en sus epitalamios y canciones galantes se habla siempre
de Dios, única hermosura real digna de ser amada, oculta tras el cen-
dal de las formas corpóreas (1).
El origen de este sutil y alambicado recurso literario, que se sirve
de términos eróticos profanos para analizar y expresar al vivo las es-
pirituales efusiones del amor divino, es cristiano y neoplatónico al mis-
mo tiempo, pues arranca del Cantar de los cantares, entendido simbó-
licamente por los exégetas de la época patrística, a la luz de los teo-
remas alejandrinos que conciben a Dios como el prototipo y la fuente
de la belleza absoluta. Ya Dionisio el Areopagita, en quien el neoplato-
nismo se funde con la teología cristiana, habla de unos himnos eróti-
cos, atribuidos a Hieroteo. Y a través de toda la edad media, los escri-
tores místicos, Ricardo de San Víctor, San Bernardo y Gerson, entre
otros, componen, sobre el fondo literal del amor profano del rey Salo-
món a su esposa la bella Sulamita, profusos tratados de amor místico,
en los que las más audaces y aun escabrosas imágenes eróticas sirven
de sugestiva expresión para simbolizar el fuego de la caridad divina
para con las almas perfectas (2).
Entretanto, los poetas místicos del islam, árabes y persas, herede-
ros del ascetismo cristiano y del neoplatonismo, desarrollaban análogo
proceso exegético, aunque al margen del Cantar de los cantares, tejien-
do sobre la trama realista de la pasión amorosa bellos poemas de senti-
do místico. El mismo Abenarabi, siguiendo esa moda alegórica, re-
dacta su lindo cancionero titulado Intérprete de los amores, que luego
completa con un místico comentario, Los tesoros de los amantes, cuya
(1) Fotuhat, II, 431.
(2) Cfr. Pourrat, op. cit, II, s. v. Cantique des cantiques. Esta interpreta-
ción alegórica tenía sus precedentes en la literatura hebrea: la Sinagoga vió
también en el Cantar de los cantares la pintura del amor recíproco de Israel y
Jehová. Cfr. E. Montet, Le Cantique des cantiques (Genéve, 1930), pág. 7-8.