Page 258 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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El amor profano, símbolo del amor místico  247
        traza y plan evocan el esquema del Convito dantesco y del Cántico es-
        piritual de San Juan de la Cruz. En aquél, como en éstos, todos los
        más altos temas de la vida unitiva—la ascensión del alma hacia Dios,
        el éxtasis, la intuición de la divina esencia, la naturaleza y efectos del
        amor místico—se explican bajo  el velo de apasionadas estrofas que
        plásticamente describen y cantan las delicias del amor sexual (1).
          De una manera más sistemática, sin sujeción ya al comentario de
       sus propias canciones, recurre también Abenarabi en el Fotuhat al mis-
       mo artificio comparativo con el amor profano, para estudiar los fenó-
       menos del amor místico con un análisis tan penetrante y minucioso,
       que deja muy atrás a todos los poetas intrincados y sutiles del dolce
       stil nuovo:  el mal de amor, la locura erótica,  la esclavitud amorosa,
       el llanto, el abatimiento, la consunción espiritual, la languidez, el ardor,
       los suspiros, la melancolía, la consternación, la tristeza secreta y la co-
       lérica, el estupor, el pasmo, el arrobamiento, el insomnio, toda la rica
       gama de la psicología del amor ofrece en esas páginas del Fotuhat
       las más geniales y finas introspecciones, acompañadas de su exégesis
       metafísica (2).
          Pero, ya lo hemos dicho,  el amor místico tiene una doble faceta:
       espiritual y física. Todos esos análisis caen dentro de esta última. La
       otra, la espiritual, nos transporta ya a las perspectivas sublimes del
       desinterés y de la renuncia del propio bien en aras del Amado. Este
       amor espiritual a Dios, platónico del todo, desinteresado y romántico,
       consiste en darse enteramente a El, sin reservar el amante deseo alguno
       para  sí  ni para las criaturas. Es incompatible con cualquier apetito
       de lo que no es Dios mismo, lícito sea o ilícito. Excluye por eso hasta
       el amor del cielo y el temor del infierno. El alma, prendada sólo de
       Dios, muere dulcemente consumida por el ansia fervorosa de poseerle.
       Aun teniéndolo presente siempre en lo íntimo del corazón, deséalo como
       si de El estuviese ausente, y este deseo apasionado, gracia infusa de
       Dios mismo, hace prorrumpir al alma enamorada en las más descon-

         (1)  Cfr. Asín, La Escatología musulmana, op.  cit., págs. 339 y siguientes.
         (2)  Fotuhat,  II, 445-450; 462-478.
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