Page 51 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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44             Parte  I. —  Vida de Abenarabi
       aquel día habían hecho de palabra y obra y lo comparaban con lo que debían
       haber hecho;  si de este cotejo resultaba que debían simplemente pedir perdón
       a Dios por sus faltas,  lo hacían;  si estas faltas reclamaban por su gravedad
       una penitencia, se la imponían;  si, por  el contrario, resultaba que de su con-
        ducta debían dar gracias a Dios, se las daban. Y  asi seguían su examen de
       conciencia, hasta analizar todo cuanto habían hecho en aquel día. Después de
       esto se echaban a dormir. Nosotros añadimos a este método de nuestros maes-
       tros  el consignar también por escrito los pensamientos, es  decir, que anotá-
        bamos todas cuantas ideas y propósitos nos venían a las mientes, además de
       las palabras y las obras. Asi es que yo examinaba mi conciencia como ellos y
       a las mismas horas, sacando el cuaderno y pidiendo cuenta a mi alma de todo
        cuanto en  el día se le había ocurrido de pensamientos y deseos, además de las
        palabras y obras realizadas con los sentidos externos, y también la intención
        con la que estas obras externas habían sido hechas."
          Ejemplos heroicos de castidad, proverbiales entre los ascetas se-
       villanos, debieron contribuir también a formar su espíritu, desde los
       años juveniles, en la mortificación de los apetitos. Es entre todos ellos
        digno de notarse el del seyillano Abdala el Almogauirí, émulo, en esta
        materia, de Orígenes (1).

         "Fué Abdalá  el Mogauiri un grande santo, natural de Niebla, de los distri-
        tos de  Sevilla,  al occidente de Alandalus. Se  le conocía  [en oriente] por  el
        sobrenombre de "El Andalusí". La causa de su conversión a Dios fué ésta:
        cuando  los  almohades  entraron  en  Niebla,  una  mujer  de  la  ciudad  se
        puso en sus manos diciéndole: "¡Llévame a Sevilla y líbrame de  las manos
        de esta gente!" Tomóla, pues, sobre sus hombros y salió con ella de la ciudad.
        Mas tan pronto como se vieron solos en el camino,  él, que era hombre de pa-
       siones violentas y depravadas, y  ella, por otra parte, mujer de belleza no co-
        mún,  el instinto sexual le incitó a cohabitar allí con ella. Pero refrenándose dijo
        para sí: "¡Oh, alma mía! ¡Ella se ha puesto con toda confianza en tus manos!
        ¡No quiero cometer tamaña deslealtad! Sería una perfidia para con su marido
       o su dueño!" Rehusaba, sin embargo, su concupiscencia incitándole a pecar. Y
        cuando ya la fuerza de la tentación hízole temer por su alma, lapidem accepit
       atque super illum penem suum, qui quidem erectas erat, imponens, alium acce-
        pit lapidem, atque penem  ínter dúos contudit lapides confregitque, clamans:
        "¡El fuego antes que  el oprobio, alma mía!" Y desde aquel punto vino a ser
        el santo sin igual de su época, pues salió de su tierra en seguida para hacer
        la peregrinación a la Meca y luego se estableció en Alejandría, hasta que mu-

          (1)  Fotuhat, IV, 675.
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