Page 54 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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        que obstruía el tránsito por una de las más concurridas calles de Se-
        villa, y al día siguiente ve confirmado su sueño en medio de la admira-
        ción de todos los transeúntes.

         [El geógrafo Cazuiní, contemporáneo de Abenarabi, nos ha conservado esta
       noticia autobiográfica. Dice así, al describir la ciudad de Sevilla, en su Kosmo-
       grapiiie (edic. Wüsteníeld; Gottingen, 1848;  II, 334)]: "De esta ciudad era  el
       eximio maestro de espíritu Mohámed Abenarabi, conocido por  el sobrenombre
       de Mohidín. Yo lo vi en Damasco  el año 630 [= 1232], y era un maestro ex-
       celente,  literato,  filósofo,  poeta, místico  intuitivo y  asceta, que por entonces
       tenía raptos que le sobrevenían de improviso. Oí que estaba escribiendo unos
       cuadernos en que había cosas admirables, y también oí que tenía escrito ya un
       libro acerca de las propiedades o virtudes esotéricas de los versículos del Al-
       corán que se emplean como exorcismos. De entre las maravillosas anécdotas
       que de él se cuentan, es la siguiente, referida por él mismo, a saber: que habia
       en una de las calles de la ciudad de Sevilla una palmera, la cual se había ido
       inclinando tanto hacia el medio de la calle, que obstruía ya el paso de los tran-
       seúntes, y por eso comenzó  la gente a hablar de  la necesidad de cortarla,
       hasta que decidieron hacerlo así al día siguiente. Dice Abenarabi: "Yo vi aque-
       lla noche en  el sueño  al Profeta, junto a la palmera que se  le quejaba y  le
       decía: ¡Oh, Profeta de Dios! Las gentes quieren cortarme porque les estorbo
       el paso!" Y  el Profeta la acarició con su mano bendita y se enderezó. Al ama-
       necer del día siguiente, me fui a ver la palmera y la encontré enderezada; re-
       feri entonces a la gente mi sueño y se maravillaron tanto, que tomaron ya a
       la palmera como lugar de bendición, que era muy visitado."
          Las  relaciones con su maestro Abulabás  el Oryaní  fueron,  sin
       duda, las que más honda huella dejaron en su espíritu, pues fueron
       las primeras y las más constantes. Natural de Olya (Loulé, cerca de
       Silves, Portugal), este maestro sufí estaba consagrado en  Sevilla a
       la preparación de los jóvenes que se sentían llamados por Dios a la
       vida religiosa. Su escuela ascéticomística veíase frecuentada por al-
       gunos que, como Abenarabi, querían aprovechar de sus enseñanzas.
       Estas tenían por fin principal la abnegación de la voluntad en obse-
       quio de Dios, rompiendo los lazos de la familia carnal para sustituir-
       los por los de la familia sufí. Aquella pequeña comunidad tenía por
       padre al maestro, cuya autoridad era omnímoda, y por hermanos a los
       condiscípulos.
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