Page 57 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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50 Parte I. — Vida de Abcnarabi
pero ¿es que voy a necesitar que el Jádir se te presente y te diga: "¡Da cré-
dito a fulano en lo que te ha dicho!", siempre que tu espíritu vacile en aceptar
la solución que a un problema cualquiera te proponga? ¿De dónde te vienen
esas dudas acerca de toda cuestión que me oyes resolver?" Yo entonces le
dije: "En verdad que la puerta del arrepentimiento está abierta!" Y él me res-
pondió: "¡Y de esperar es que Dios te lo acepte!" Entendí entonces que aquel
hombre era el Jádir, e indudablemente lo era, pues le pregunté al maestro:
"¿Era él, en efecto?" Y me respondió: "Efectivamente, era el Jádir."
El Jádir (1) tiene por nombre Beliá b. Malcán b. Fálig b. Abir b. Xálij
b. Arfajxad b. Sem b. Nuh [Noé]. Estaba en un ejército cuyo jefe le envió a
buscar agua que hacía mucha falta a los soldados. El topó con la fuente de la
vida, de la cual bebió y por ello ha seguido viviendo hasta ahora. Nadie de
los que de esa agua habían bebido fué distinguido por Dios con la gracia que
a él le otorgó."
"Yo me lo encontré en Sevilla y me enseñó a someterme a los maestros
de espíritu y a no contradecirles: Había yo contradicho aquel día sobre cierta
cuestión a un maestro mío, y salí de su casa y me encontré con el Jádir en el
mercado de los granos. Díjome: "¡Acepta lo que te dice el maestro!" Regresé
inmediatamente a casa del maestro y, tan pronto como entré a su habitación,
exclamó antes de que yo le dirigiese la palabra: "¡Oh, Mohámed, pero ¿es
que voy a necesitar, para cada cuestión en que me contradigas, que el Jádir
te recomiende la sumisión a los maestros?" Yo le dije: "¡Oh, señor!, pero ¿era
el Jádir ese que me la ha recomendado?" Respondió: "Sí." Dije yo: "¡Loado
sea Dios que me ha enseñado esta útil verdad!" Sin embargo, la cosa no era
sino como yo la había dicho. Por eso, pasado algún tiempo, entré a casa del
maestro y lo vi que volvía a tratar de aquella misma cuestión, pero resolvién-
dola conforme a mi opinión. Díjome entonces: "Yo estaba en un error y en
cambio fuiste tú el que acertaste." Yo le respondí: "¡Oh, señor mío! Ahora
comprendo por qué el Jádir me recomendó únicamente la sumisión; pero sin
que me diese a conocer que tú eras el que habías acertado en la solución del
problema..."
Desde aquel día, Abenarabi fué sumiso a su maestro, y profesó
además una devoción especial al Jádir, ese personaje mítico en quien
el esoterismo musulmán ha encarnado las tradiciones rabínicocristia-
nas relativas a Elias y a San Jorge, fundidas con la leyenda del Judío
errante (2).
(1) Fotuhat, III, 442.
(2) Cfr. Asín. Escatología, 272, nota 1. Para la leyenda del Judío erran-
te, véase A. M. Killen "L'évolution de la légende du juif érrant" apud Revue