Page 60 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 60
Vida en común 53
Cordobés. La serví dos años seguidos. Tenía ella, a la sazón, más de noventa
y cinco de edad y, sin embargo, me daba vergüenza mirarle al rostro, pues
lo tenía, a pesar de sus años, tan bello y hermoso, por lo regular de sus fac-
ciones y lo sonrosado de sus mejillas, que se la hubiera creído una muchacha
de catorce años, a juzgar por la gracia y delicadeza de su porte. Vivía en
continuo trato con Dios. De entre todos los discípulos que, como yo, la ser-
vían, preferíame a mí, tanto, que decía a menudo: "No he visto a nadie que
sea como fulano; cuando entra a hablar conmigo, entra con toda su alma, sin
dejar fuera de mí ni un átomo de sí, y cuando sale, sale con todo su ser, sin
dejar aquí tampoco nada de su espíritu." Una vez la oí decir: "Maravillóme de
aquel que dice que ama a Dios y no se alegra en El, siendo como es el objeto
único de su contemplación, puesto que en toda cosa que sus ojos miran, a El
tan sólo ven, sin que de sus miradas se oculte ni un instante. ¿Cómo pretenden
amar a Dios estas gentes que lloran? ¿Cómo no se avergüenzan de llorar, si
tienen a su Dios mucho más cerca que le pueden tener cuantos a El intentan
acercarse, pues el que a Dios ama, goza de la mayor proximidad respecto de
El, siendo como es el objeto único de toda su contemplación? Por eso digo
que es cosa que maravilla el verlo llorar." Después me dijo: "Y tú, hijo
mío, ¿qué dices de esto que digo?" Yo le respondí: "¡Madre mía, que
lo que dices es lo que hay que decir!" Luego añadió: "¡Por Dios que estoy en
verdad maravillada! Mi Amado me dió, para que me sirva como criado, a la
Fátiha [el capítulo I del Alcorán] y, sin embargo, no me ha distraído jamás
este criado de pensar en mi Amado." Desde aquel día conocí el grado excelso
que esta mujer ocupaba a los ojos de Dios, cuando me dijo que la Fátiha la
servía como criado. Estando ambos un día sentados, penetró de improviso una
mujer en el aposento y me dijo: "¡Hermano mío! Mi esposo, que está en Jerez
de Sidonia, me cuentan que se ha casado allí. ¿Qué te parece?" Yo le respondí:
"¿Quieres que venga?" Dijo: "Sí." Volví entonces mi rostro hacia la anciana
y le dije: "Madre, ¿oyes lo que dice esta mujer?" Ella me contestó: "Y ¿qué
es lo que quieres, hijo mío?" Dije: "Pues que satisfagas sus deseos, que son
los míos, es decir, que venga su marido." Ella entonces exclamó: "¡Oído y
obedecido! Voy a enviar por él a la Fátiha, encargándole que traiga al mari-
do de esta mujer." Y poniéndose a recitar conmigo el capítulo I del Alcorán, le
dió forma real. Entonces comprendí su excelso grado místico, pues a medida
que iba recitando la Fátiha, iba también dándole forma corpórea, aunque eté-
rea, y haciéndola nacer. Una vez que la hubo formado de esta manera, le oí
que le decía: "¡Oh, Fátiha! Vete a Jerez de Sidonia y tráete al marido de esta
mujer! ¡No lo dejes, hasta que vengas con él!" Aún no había transcurrido,
desde que se fué, el tiempo indispensable para recorrer el camino, cuando el
marido llegó adonde estaba su mujer. Ella entonces [la anciana Fátima] púsose
a tañer el adufe en señal de regocijo. Y al interrogarle yo sobre aquello, me
dijo: "¡Por Dios que verdaderamente estoy contenta por lo mucho que de mí