Page 63 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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58             Parte  I. —  Vida de Abcnorabi
       noche, y me levanté de la cama para hacer  el rezo correspondiente a aquella
        hora nocturna; pero he aquí que mientras yo estaba de pie en mi oratorio y
        cerradas perfectamente las puertas de mi cuarto y de la casa, penetra en mi
       habitación un individuo que me saluda, sin que yo supiese cómo había entrado.
       Lleno de impaciencia y de disgusto al verle, abrevié mi oración para despachar
       cuanto antes y le devolví  el saludo. El entonces me dijo: "¡Oh Abdelmachid!
        ¡El que goza de familiaridad en  el trato con Dios, no se impacienta y disgus-
       ta!" Tomó después  el paño que estaba bajo mis pies y sobre el cual yo hacía
       mi oración y, sacudiéndolo, lo arrojó y extendió en su lugar una pequeña este-
        rilla que consigo  traía, diciéndome: "Haz  la oración encima de esto." Luego
       me cogió y salió conmigo de la casa y de la población, caminando en mi com-
       pañía por una tierra que yo no conocía ni sabía tampoco en qué país del mun-
       do estaba. En todos aquellos lugares por los que íbamos pasando hacíamos la
        recitación en común. Luego me volvió a mi habitación, en la que me encontra-
       ba cuando él vino. Yo le dije: "¡Oh, hermano mío! ¿Por cuáles virtudes llegan
       a ser abdales  [es decir, santos intercesores]  los abdales?"  El me respondió:
       "Por las cuatro que mencionó Abutálib  el de Meca en su libro Alimento de los
       corazones". Y a seguida me las nombró; son éstas:  el hambre, la vigilia, el si-
       lencio y  el aislamiento o soledad  espiritual. Después me  dijo Abdelmachid:
       "Esta  es  la misma  esterilla. En  ella hago mis oraciones. Aquel hombre era
       uno de los más grandes abdales y se llamaba Moads b. Axras."  (1)

          Las ruinas de Medina Azahra, cerca de Córdoba, sugiriéronle, a
       su paso por esta ciudad, tristes reflexiones sobre lo caduco y perece-
       dero de la gloria humana (2).

         "Yo  leí  las siguientes estrofas (que son un recordatorio para  el hombre
       discreto  y un  aviso para  el  disipado)  escritas sobre  la puerta de Medina
        Azahra (en  la cual estaba esculpida la imagen de la propia Azahra) después
       que  la ciudad fué destruida y convertidas sus ruinas en guarida de las aves
       y las fieras. Esta ciudad era una construcción de maravillosa arquitectura, en
       tierras de Alandalus, cerca de Córdoba...  (3)"


         (1)  Cfr. Risalat al-cods, §  18, donde se  le llama correctamente Mohámed
       b. Axraf,  el de Ronda.
         (2)  Mohadara,  1,  106.
         (3)  Todo el pasaje ha sido aprovechado por Almacari (Analectes,  I, 343-4)
       que cita a la letra  el texto del Mohadara de Abenarabi. Fuera de las estrofas,
       que son de carácter ascético,  el resto del pasaje contiene  el relato, bien cono-
       cido, de la construcción de Medina Azahra por Abderrahman  III.
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